Capítulo Uno.
Mi pecho se oprime de manera inevitable, causando que mis ojos se llenen de lágrimas, sin embargo, no las dejo caer.
Por favor, estoy en un lugar público.
No puedo llorar acá.
Pero la sensación de tristeza me invade y es imposible no apretar mis labios en una fina línea, parpadeo repetidas veces intentando evitar las lágrimas que se forman, tomo varias respiraciones y disimuladamente las limpio.
No puedo llorar.
No puedo.
Pero es tan difícil...
Mis ojos se abren en sorpresa y mi boca se abre, mis manos aprietan con algo de fuerza el objeto en ellas y arqueo mis cejas, acerco mi rostro a este y repito varias veces un «nonononono» un jadeo sale de mi.
Había una vez...
¡¿Qué?! ¿Me van a dejar así? ¿Que pasa después? ¿Por qué me haces esto Dios?
Cierro el libro con fuerza y lo suelto sobre la mesa delante de mi, froto mi rostro con ambas manos y miro la portada de el libro. 11 minutos.
El libro que comencé a leer, que me atrapó, y ahora me dejo un vacío monumental ¿que pasara ahora con Maria? ¿Si se quedará con Ralf Hart? ¡Ojalá que sí!
Me quedo unos segundos analizando el final del asombroso libro de mi escritor favorito Paulo Coelho y bufo. No quería terminar el libro, en verdad quería que fuera eterno y con este final, apoyo mi idea.
Puedo sentir la melancolía, esto me pasa cada que un libro me encanta demasiado, no acepto haberlo terminado. Es como si me despidiera para siempre de los personajes, a los que me acostumbro, aveces me gustaría borrar mi memoria y poder leer el libro una y otra vez, y que siempre sea como si los leyera por primera vez.
Sería genial.
Me quedo sumergida en mis pensamientos un poco más, en este centro comercial, levanto mi vista observando a las demás personas en las otras mesas, algunas solas, otras en familia, parejas...
Observo mi lugar acá, este siempre lo ha sido desde hace años, ya no recuerdo cuantos, pero son muchos, la mayoría de mi vida me ha atraído venir acá a leer, siempre me siento en la mesa casi frente a él lugar del cine y leo por horas. Cuando estoy muy estresada suelo venir a relajarme.
En realidad vengo todos los días.
Si, cada día después de clases. Ya estoy acostumbrada a las personas que frecuentan este lugar como yo, incluso conozco a algunas de las personas que trabajan acá, reconozco voces, rostros, pero sin duda, no reconozco este.
Es por ello que uno mis cejas con curiosidad cuando lo veo.
Alto, cabello castaño, ojos azules, sonrisa perfecta y cuerpo atlético. Ridículamente atractivo.
¿Quién es el? ¿Y por qué porta el uniforme? ¿Trabaja aquí? ¿Pero desde cuando?
Lo miro intentando recordar si lo he visto alguna vez en mi vida pero es en vano, jamás lo había visto, quiero decir, si lo hubiera hecho seguro lo recordaría.
Es que está muy bueno.
Y cuando más lo miro, más me intriga, es como si fuera imposible apartar la mirada de su físico, es muy atractivo, demasiado.
— Se te va a salir a baba — la voz de Camila me hace mirarla de golpe. Mis mejillas se ruborizándose levemente al ser captada. Es una de las chicas que trabaja en el cine, y es muy bonita, cabello oscuro, ojos marrones y buen cuerpo, es extrovertida y divertida. Todo lo contrario a mi. Somos amigas desde hace como un año, y podría decirse que tenemos confianza.
ESTÁS LEYENDO
El es así.
RomanceHera, sí, como la Diosa Griega, una chica que ama leer y las historias cliché (el chico arrogante y mujeriego que se enamora de la chica tímida e inocente) pero que sabe que eso solo es ficción. Ella jamás se enamoraría de un chico como ese, y lo sa...