CAPÍTULO 4

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Cheng se había quedado solo en la mesa —las decenas de admiradores a su alrededor, no contaban—, y sólo se dedicaba a mirar en dirección a la mesa de Hufflepuff. El tipo del cabello rapado había charlado un poco más con el chiquillo pelirrojo y después, esté había salido presuroso del Gran Comedor. Eso parecía muy sospechoso, ya que He Tian había salido solo unos instantes antes. Cheng no creía en las casualidades.

—¡Hola!— lo había distraído el llamado de una chica castaña. Cheng la miró sorprendido, normalmente las chicas no eran tan atrevidas. Aunque sus colores eran de Gryffindor, eso tenía sentido.

—Hola— respondió al saludo.

—¿Podrías...?— y hasta ahí llegó la valentía, pensó. Sin embargo, se aclaró la garganta y siguió hablando— ¿Podrías firmar mi libro?

—Claro— dijo después de sonreírle de manera plana. Sólo quería cenar tranquilo, quizás conocer al chico del cabello rapado, nada más.

—¡Gracias!— chilló, tomando asiento a su lado, mientras su sequito de amigas la esperaban de pie.

Con cariño para la mejor admiradora del mundo mágico y no mágico.

He Cheng.


—¿Así está bien?— preguntó dubitativo.

—¡Esta perfecto!— retiró el libro, apretándolo contra su pecho—. ¡Muchas gracias!

—No hay de qué— respondió el moreno, antes de que la horda de chicas desapareciera tan rápido como llegaron.

Sus compañeros de Durmstrang, comenzaron a burlarse de él y de su siempre 'buena suerte' con las chicas. Cheng sólo se limitaba a encogerse de hombros, para él, todo aquello no era lo que hubiera querido vivir a las diecisiete años. Todas aquellas masas alrededor de él lo tenían nervioso, ya no recordaba la última vez que había jugado Quidditch por el placer que siempre le había provocado, en vez de sentir el miedo de desilusionar a todos los aficionados del equipo búlgaro.

Suspiró, su hambre había desaparecido, al igual que la de su arrebatado hermanito.

Antes de que pudiera disculparse y macharse a su camarote, se vio envuelto en una nueva plática acerca de las posibles competencias que podrían encontrar en el Torneo, o de las personas que podrían resultar seleccionadas de las demás escuelas.

 
—Su nombre es Qiu, de la casa de Hufflepuff— había dicho un chico Slytherin de cabellos plateados, quizás tercer año, llamando su atención—, un sangre sucia.

Aquella descripción molestó al moreno, no porque Qiu fuera un nacido de muggles, sino por la forma despectiva que había empleado para referirse a él. Aun así se quedo en silencio, escuchando lo que el otro seguía diciendo:

—Está en su séptimo año, mención honorífica, prefecto y capitán de su casa. Aunque realmente no veo el mérito en él, simplemente es un Tejón musculoso sin el temperamento normal en ellos— hizo una pausa para tomar un bocado de lo que parecía pastel de calabaza—. Ojalá su nombre no aparezca en el Cáliz, no queremos un motivo más para que se sienta algo que no es.

Después de aquello, Cheng dejó de prestar atención. Intentó procesar la poca información que había obtenido de aquella serpiente y volvió a mirar hacía la mesa de Hufflepuff.

Qiu.

Repitió varias veces en su mente, como si estuviera llamándolo. Para su sorpresa, Qiu le devolvió la mirada mientras tomaba el líquido de su tarro. Sus ojos ámbar denotaban sorpresa, como si hubiera sido atrapado en medio de una travesura. Cheng sonrió y el otro escupió su bebida por toda la mesa.

METAMORFOMAGODonde viven las historias. Descúbrelo ahora