El restaurante

76 7 0
                                    


          Hacía ya varias semanas que Gar se había acostumbrado a acompañarme al trabajo, quedándose tras el mostrador mirando fijamente a todos los clientes que visitaban la tienda. Era lo más parecido a un guardaespaldas que había tenido nunca, aunque refunfuñaba cada vez que le pedía que se pusiera una gorra o la capucha, evitando así que se viese su pelo plateado. Era de agradecer que me acompañase, me podía permitir dormir un poco más y ahorrarme unos créditos al final del mes, y siempre me ha gustado ir en su vieja moto. La verdad es que internamente lo agradecía, desde el día del mercado la gente de la zona me miraba y cuchicheaba por lo bajo. Verme con dos personas de clase alta como si nada me había hecho tener una fama que no buscaba ni quería, me gustaba tener mi perfil bajo. Pero sabía que algún día iba a tener que deshacerme de eso y aceptar que tenía dos amigos, uno Primario y una Terciaria, y que querrían venir a donde yo vivía de vez en cuando. El problema vendría si a alguien le parece mal su presencia.

          La gente que venía por la tienda, empezaba a soltarse conmigo, sobre todo los clientes habituales, al menos se dignaban a darme los buenos días o las buenas tardes. Era algo que agradecer. Poco a poco iba haciéndome un pequeño hueco entre la sociedad urbana.

          La hora de la comida era la más tranquila, que me dejaba un espacio de tiempo perfecto para descansar y salir a la puerta, para respirar aire fresco. Gar se quedaba siempre cerca de mí, pero sin llegar a asomarse del todo. Me estiré alzando los brazos y soltando un ruidito de gusto, estar tantas horas sentada me dejaban bastante agarrotada. Saqué de mi mochila un pequeño recipiente con macarrones y un cubierto, ladeé la cabeza y moví mi plato de comida.

          - ¿Quieres un poco?

          - No hace falta, Aura, gracias – Señaló con el pulgar una estantería –. Luego robaré una lata de algo.

          - Cómo robes algo en mi tienda te hago la castración química.

          Estuvimos charlando unos minutos cuando una sombra me tapó el agradable sol que estaba recibiendo. Cerré un ojo.

          - Dime que eso no es tu comida.

          Shirly gimoteó mientras me hacía esa pregunta retórica y yo esbozaba una sonrisa para empezar a reírme acto seguido y llevarme unos cuantos macarrones a la boca.

          - ¿Qué problema hay en mi comida?

          - Que... Son macarrones... Sin más.

          - ¿Y qué más tendrían que tener? – Levanté una ceja

          - ¿Tomate? ¿Queso? ¿Atún? ¿Salchichas? ¿Algo? – Su tono era cada vez demás desesperación, cosa que me empezaba a hacer gracia

          - ¿Me ves con cara de poder permitirme comprar tomate y queso? – Miré el interior de la tienda – el bote de tomate está a 17 créditos, y el queso a 13. Eso suman 30 créditos, mi sueldo es de 20 a la semana – Reí viendo su cara al darse cuenta de los cálculos – No todos nos podemos permitir tomate y queso con los macarrones.

          Shirly se quedó callada un momento, entrecerrando los ojos y de vez en cuando mirando a Gar, que tenía una sonrisa en la boca ante la conversación. Un pequeño tiempo después, hizo una mueca con la boca y se llevó las manos a los bolsillos de su pantalón corto.

          - Bien, pon el cartel de cerrado y baja la reja.

          - ¿Qué?

Black and BlueDonde viven las historias. Descúbrelo ahora