La visita

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          Tres semanas. Llevo en casa encerrada tres semanas, sin apenas salir ni hablar con nadie. El día de la lluvia, Shirly se mantuvo en casa hasta que la tormenta amainó y pudo irse a su casa, prometió no decir nada, pero que me tomase unos días libres para solucionar lo de mi pelo y, de paso, solucionar ella su cabeza.

          Me pasaba los días en la cama, levantándome sólo para coger comida e ir al baño, pensando si había cometido el mayor error de mi vida mostrando lo que podía suponer todo lo malo que pudiese imaginar.

          Después de mas de veinte días ya no sabía ni que pensaba. Me senté en la cama suspirando, y me froté la cara con las manos. Aparté las sábanas de varias patadas y me levanté al baño. Me miré unos instantes en el espejo, el color había quedado bien, por suerte. No creía tener suficiente. Volví a resoplar, Gar iba a matarme cuando se lo contase. Sujeté el lavamanos con fuerza y cerré los ojos, de dormir poco empezaban a doler. Los golpes a mi puerta me hicieron abrirlos demasiado rápido, la luz me cegó un par de segundos. Abrí la puerta sin ni siquiera preguntar y la volví a cerrar tan pronto vi un pelo anaranjado y otro azul enfrente de mí. "¿Acaba de cerrarnos la puerta en las narices?" "Sí, acaba de hacerlo.". Miré hacia abajo, más bien a mi ropa, unas bragas y una camiseta de tirantes. Pude notar como se me descomponía por momentos el rostro y tomé aire, queriendo tomar el control de mi misma. Volví a girarme hacia la puerta y la abrí.

          - ¿Qué hacéis aquí?

          - Vinimos a ver cómo estabas – Vold asomó sin reparos la cabeza por la puerta y dio un rápido repaso a mi destartalada casa –. Ya nos contó Shir que te empezaste a encontrar mal cuando se quedó aquí, pero al ver que casi llevas un mes sin aparecer por la tienda nos preocupamos. Y aquí estamos.

          - Los dos.

          Mi mirada se dirigió a Shirly, que estaba mirándome fijamente, quizás desde que abrí la puerta. Bajé la cabeza y me moví de la puerta, ofreciéndoles entrar. Vold no lo dudó y entró casi corriendo, mirándolo todo. Ella fue más cauta y se quedó enfrente de mi.

          - Te ha quedado bien – Señaló con la cabeza mi pelo. Asentí – Realmente nos preocupamos, te dije uno días, no un mes. Pensé que habían...

          - Oye Aura, ¿por qué tienes las ventanas tapadas? Súbelas, que no se ve nada

          Ambas nos callamos, sonreímos casi a la vez. Cerré la puerta tras de mi y les ofrecí algo de zumo. Ni siquiera había ido a comprar, pero tampoco tenía créditos para hacerlo. Me senté en la encimera y los observé.

          - Esperad... ¿Habéis venido sin taparos el pelo?

          - Qué, ¿tú te lo tapas? – Vold habló con la boca llena, había cogido unas galletas que tenía en la mesa.

          - Ella no necesita tapárselo, idiota. Nosotros somos considerados aun clase alta, y aquí no les tienen buena cuenta a los de clase alta.

          - Bueno, no nos vio nadie, esta el barrio vacío, o eso parece.

          - Es por el mercado.

          Ambos me miraron caso a la vez. Me llevé la mano a un mechón rebelde que ondeaba encima de mis ojos y lo coloqué tras la oreja.

          - El mercado, a veces se hace un mercadillo, la gente vende cosas que ya no usa, que fabrica, o se ofrece para arreglar algo de tu casa por unos créditos. En el mercado todo es algo más barato, por eso todo el mundo va allí, para ver si puede ahorrarse unos créditos y comprar algo decente.

Black and BlueDonde viven las historias. Descúbrelo ahora