Último recurso

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          El teléfono se quedó en silencio lo que parecía una eternidad, yo me mantenía recta, inmóvil, cómo si así fuese todo más fácil. Quería creer que serviría de algo. Ni siquiera sabía cómo iba a reaccionar, ni si sabía de mi existencia. Quizás me colgase el teléfono y yo termine en el corredor de la muerte. No le conocía, era la primera vez que escuchaba su voz en toda mi vida y aún así me hizo el estómago del tamaño de un guisante. Mi madre me había dicho su nombre, en un momento de sinceridad sobre mi condición. "No lo busques si no es realmente importante, Aura. Que sea tu último recurso".

          Urith. Ni siquiera me lo podía imaginar, sólo veía un pelo color amarillo impresionantemente brillante, quizás engominado, con su corte perfecto y bien vestido, como prácticamente todos los que había en la ciudad. Tal vez se había casado y tenía una familia nueva. Tal vez yo ahora era un problema en su vida perfecta. Mi madre me había dicho que mi padre había vivido también en la periferia, que se había criado allí pero, ¿hasta que punto era verdad? A fin de cuentas, ella también me decía que se había criado allí a pesar de su color de pelo. Viendo como la gente es en la ciudad, ¿podría creerme que una familia de Primarios viviese generaciones en el barrio sin llamar la atención ni hubiese chismorreos? Cerré los ojos mientras el silencio seguía llenando la sala. Decidí romperlo.

          - ¿Sigues ahí?

          - Sí.

          - ­¿Podrías al menos decir hola?

          - Hola. – Pude escuchar un suspiro a través del teléfono – ¿Por qué me llamas?

          - Porque eres mi último recurso. Estoy en una oficina de seguridad. Me quieren llevar a prisión.

          - ¿Debería ser mi problema?

          - Lo será cuando descubran lo que salió de tu noche de pasión con mi madre, Urith. – El silencio volvió a llenar el ambiente y resoplé mirando al techo. No quería ponerme a la defensiva, le necesitaba y si tengo que suplicar, lo haré –. Por favor.

          - ¿Dónde está Galilea?

          - Pues ahora mismo descomponiéndose en una caja de madera a dos metros bajo tierra.

          - ¿Qué?

          - ¿Podemos hablar de esto en otro momento? No sé hasta que punto esto es privado, Urith. No puedo ir a prisión, y lo sabes.

          - Dime en que oficina estás.

          - En la central, creo. Había un arco en la entrada.

          - Estaré allí en diez minutos, intenta ganar tiempo, no creo que esperen mucho para llevarte y limpiarte. Haz lo que sea, provócales si hace falta, pero intenta no terminar en un hospital.

          - Lo intentaré.

          - Bien.

          - Ah... ¿Urith?

          - ¿Si?

          - Gracias.

          - Dámelas cuando te suelten, de mientras no lo hagas.

          El teléfono empezó a emitir un sonido incansable. Lo posé en la mesa y solté tanto aire que un pinchazo inundó mi cabeza unos segundos. Por primera vez en veinticinco años, había hablado con mi padre. Una pequeña sonrisa me inundó la cara unos pequeños instantes para luego volverse una mueca al escuchar la puerta. Un nuevo agente se sentó enfrente de mi con un palillo en la boca. Era grande, muy grande y corpulento, sin duda era el que interrogaba. Le mantuve la mirada fija. Necesitaba tiempo. Diez minutos.

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⏰ Última actualización: May 09, 2021 ⏰

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