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El pelirrojo te observa desde detrás de la barra, mientras seca uno de los vasos con un paño. No ha podido quitarte la vista de encima, por más que lo intenta, y eso le averguenza. Pero jamás te había visto bailar, y ahora está hipnotizado en lo delicados que son tus pasos, o en lo mucho que sonries cuando volteas.
¿Qué es esa sensación que lo impulsa a sonreír cada vez que sus miradas se cruzan? El héroe nocturno desvía la mirada, algo sonrojado y molesto consigo mismo por ser tan obvio.
La manera en que fluyes junto con la música es única para él. Lo único que cruza por su mente es salir de su lugar detrás de la barra, y bailar junto a ti.
No pasa mucho tiempo antes de que la imagen mental de él sujetándote por la cintura y tú recargando tu cabeza sobre su pecho, moviéndose como si fueran uno, lo domine por completo. Aunque sólo se quedan en fantasías, puesto que aún no está completamente seguro de qué es lo que sientes por él, y su personalidad discreta y reservada no le permitiría jamás cometer tal acto entre la gran cantidad de gente que hay presente en la taberna.
Diluc vuelve a la realidad de su debate mental cuando ya no escucha nada sonar a su alrededor. Se gira buscando al bardo, quien era el encargado de la música. Lo encuentra de inmediato, recargado sobre la barra de la taberna, hablando con otras personas.
El pelirrojo de inmediato se acerca a Venti, y con una seria mirada espanta al joven que hablaba con él.
--¿Diluc, pero qué...?
--¿Cuánto para que sigas tocando?.-- Le corta el pelirrojo, cruzándose de brazos por sobre su pecho. El arconte abre los ojos con sorpresa, y luego malicia una vez que entiende la situación.
--Ehe~.-- Se ríe el músico, observando de reojo como tú te despides de los demás con una sonrisa, lista para dejar la taberna.-- No te saldrá barato.
--Estafador.-- Replicó el pelirrojo, frunciendo el ceño. Luego su mirada se posó en ti, que estabas a unos pasos de llegar a la gruesa puerta del lugar, causándole cierto apuro.--Tres botellas del mejor vino.
--¿Oh, tan pocas?.-- Susurra Venti.-- Se te acaba el tiempo~.-- dice juguetonamente, al verte tomar la perilla de la puerta.
--¡De acuerdo, que sean diez!.
--¡Trato!.-- Une sus manos con alegría el más bajo, gritando tu nombre y convenciendote de alguna manera, de volver a bailar. Retomando nuevamente su lira, y tú el centro de la taberna.
