VII. Xiao

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     ¿Y si fueras de la realeza de Liyue?

La mañana se levantaba firme y despejada en el precioso reino de Liyue

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La mañana se levantaba firme y despejada en el precioso reino de Liyue. Los pueblerinos vendían sus productos con una enorme sonrisa , y el delicioso aroma de pan recién horneado se esparcía por todo el lugar.

Como parte de la realeza, tenías estrictamente prohibido abandonar tus aposentos, sin embargo, para alguien de apenas doce años aquello era difícil de comprender. Así que sin falta cada Domingo te escabullías de tus deberes reales y te vestías con una capa de cuerpo completo, para así entrar en el centro de la gran ciudad como un ciudadano normal, y no como la sucesora de la corona que eras.

Te encontrabas disfrutando del amigable ambiente cuando algo extraño captó tu atención. En un callejón sucio y abandonado se encontraba un delgado y magullado niño siendo acorralado por al menos cinco adolescentes del doble de su tamaño. Sin siquiera dudarlo te acercaste, caminando de la forma más discreta posible. Te escondiste detrás de una caja a pocos pasos del grupo, y escuchaste con atención.

--Ahora niño, nos vas a dar esas monedas que traes en el bolsillo.

--¡Sí, niño! Vimos como te pagaron, ahora entrégalo.

Te asomaste con cuidado, y rápidamente dedujiste que el chico se encontraba en problemas, puesto que estaba recargado en el borde de una gran pared, sin forma alguna de huir.

"Es mi pueblo y debo defenderlo"

Con aquello en mente, tomaste lo primero que encontraste en el camino y te abriste paso entre la fila que habían formado, pocisionandote justo frente al niño a forma de escudo.

--Retírense ahora y los perdonaré, de lo contrario me veré en la obligación de atacar.

Bastaron unos simples segundos para que el grupo de los mayores estallara en carcajadas, como si les hubieses contado el mejor chiste del mundo.

--No me hagas reír, niña.-- Dijo el que parecía ser el líder, ya que estaba parado más adelante que el resto, y de brazos cruzados.--¿Qué piensas hacer con eso? ¿Barrer el piso?.-- Las risas no hicieron esperar ante sus palabras.

Totalmente confundida observaste el objeto que tenías en tus manos, y dejaste escapar un jadeo de sorpresa al notar que no era más que una desgastada y vieja escoba.

--Ahora lárgate si no quieres terminar como él.-- Uno de ellos señaló al chico detrás de tí y levantó su puño en el aire en forma de advertencia.

Entrecerraste los ojos con enojo y te preparaste para contra atacar en cualquier momento. De alguna forma te las ingeniarías para utilizar aquel traste como arma. Sin embargo, antes de recibir cualquier golpe, sentiste una ligera presión en tu muñeca, y en un cerrar de ojos te encontrabas detrás del chico que intentabas proteger.

--Su problema es conmigo, idiotas.

De la nada, el escuálido niño había pasado a verse como alguien completamente distinto. Su aura emanaba precaución y su gélida mirada advertía peligro. Todo en él daba miedo, sin embargo, te tenía sujeta suavemente de la muñeca, como asegurándote que no debías temerle.

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