El sol invernal me molestaba, habían corrido las cortinas de mi habitación y eso logró despertarme. Estaba tan frío que ni la luz me convenció para salir de mi cama, estaba cómoda entre las tibias sábanas y la esponjosa almohada que mamá me había comprado la semana pasada. Era una paz, tranquilidad amortiguadora.
Hasta que Marina entró corriendo y se puso a saltar sobre mi cama.- ¡Es el día, es el día! - gritaba. Se tiró encima de mí y me destapó. Busqué las mantas con mi mano, pero las había apartado hasta dejarlas al borde de la cama. Genial, ahora debía levantarme.
- ¿De qué éstas hablando enana? - le pregunté irritada. Los ojos verdes de Marina brillaban de excitación, algo la tenía muy emocionada. Algo que yo no podía recordar.
- ¡Es el día! - repitió. Le tiré el cabello y la tiré al suelo. Se quejó un buen rato hasta que al fin se quedó callada.
- Ahora que estás calmada y no estás aplastándome, me dirás de que bendito día estás hablando.
- ¡Es el cumpleaños de Natalia! - exclamó. Claro, era el cumpleaños de ella. Lo había olvidado por completo. O al menos eso intenté.
- ¿Y por eso me despiertas? - le gruñí.
Marina ya tenía catorce años y aún seguía siendo bastante infantil. María cuidaba de ella como si fuera su hija, como Elena se había marchado hace ya algunos años para estudiar, consolaba su tristeza en velar por la felicidad de Marina. De cierta manera eso me gustaba, ni María ni Marina sufrían, se tenían la una a la otra cuando más se necesitaban.
- Si, es que ya es una adulta - gritó otra vez. Iba a dejarme sorda antes de que yo cumpliera los 18.
- ¿Y qué se supone que era antes? - ambas miramos hacia la puerta, donde Natalia se apoyaba en el umbral con los brazos cruzados sobre su pecho. Iba en pijama al igual que Marina, tenía el cabello despeinado y se notaba de lejos que recién se había despertado.
- Eras un hada - le dediqué una sonrisa burlona y ella me devolvió una mirada asesina. Tuve una larga discusión con ella después de que me regalara a Luisa, le expliqué que todos esos años creía que el hada de las galletas me las dejaba frente a mi puerta cada vez que me sentía mal.
Le dije que era un acto muy dulce de su parte, pero que no lo hiciera más hasta que se me pasara el enojo por lo de Queen, que si quería mi perdón unas simples galletas no bastarían.
No rechistó y me hizo caso, como todas las cosas que le pedí después de ese día.- Lo importante es que ahora soy legal...
- Y mi chofer - agregué rápidamente. Marina estalló en carcajadas.
Cuando Natalia fue a dar su examen para conducir, se puso tan nerviosa que terminó por atropellar a las ancianas de maniquí que colocaban en la pista, pinchó un neumático y vivió su primer choque en el que destrozó todos la parte delantera del coche. Seguía siendo el mismo desastre como conductora que a los quince años.
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Marry Me - Albalia
Fanfiction- Y por todo ese cariño que te tenemos, Natalia - dijo mi padre, radiante con su traje negro que fue especialmente hecho para la ocasión - queremos que formes oficialmente parte de esta familia. Así que este es nuestro regalo de cumpleaños, la mano...