Capítulo 15:

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No quería, era vergonzoso y ridículo, sin mencionar horroroso

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No quería, era vergonzoso y ridículo, sin mencionar horroroso.

El vestido caía en suaves ondas blancas y terminaba con un bordado plateado con flores. Era el vestido de novia que todo chica soñaría, menos yo. El sólo pensar que me casaría en un mes más me producía nauseas, hacía que la respiración se me cortara y que todo me diera vueltas.

Aún seguía un poco enferma, estuve en cama por una enfermedad respiratoria aunque no fue nada grave. Eso sólo sirvió para que la vieja Natalia volviera.

A veces me preguntaba que pasaba por su cabeza, un día estaba bien y el otro no. No me atrevía a preguntárselo, tal vez fuera demasiado obvio y yo no me diera cuenta y de ser así ella nunca me perdonaría el habérselo preguntado.

Di una pequeña vuelta, mirando el vestido y junté valor. Tenía que salir del probador en algún momento de mi vida. Abrí un poco la puerta y las vi allí: Lea, quien daría el veredicto final, Marina, Carla y María. Todas juntas llenaban el espacio dado para esperar a ver el vestido.

Salí sin mirarlas, no quería ver sus expresiones. Pero las vi de todas formas, ya que el lugar estaba rodeado de espejos.

- ¡Alba, no lo puedo creer! ¡Mírate! - mi madre fue la primera en gritar. Se acercó a mí corriendo y antes de darme cuenta de lo que hacía, el flash de la cámara me cegó. Sacó más de veinte fotos.

Lea caminó alrededor de mí, examinando cada detalle del vestido mientras me hablaba sobre las combinaciones que podrían hacer con los vestidos de dama de honor. No quería ofenderla ni bajar su ánimo, pero estas cosas no me importaban.

No importaba la tela o el diseño de un vestido, a final de cuentas me casaría igual con Natalia de la misma forma en que lo haría en China que en Francia.

- Este es el indicado - sentenció Lea.

Todas estuvieron de acuerdo. Pidieron mi opinión, no las contradije y les di en el gusto.

María me ayudó a sacarme el vestido sin arrugarlo, y las demás fueron a ver los de dama de honor mientras mi madre pagaba.

- ¿En serio te gusta el vestido, Alba? ¿O sólo dijiste que sí para no probarte otro?- María era muy perceptiva. Reí bajo, dándole a entender que tenía razón.

Negó con la cabeza y su mirada se ensombreció un poco.

- Cariño, yo te quiero tanto como a mis hijas, pero no puedo soportar ver que tú no quieres a Natalia tanto como lo hace ella.

Me quedé en silencio con sus palabras, nunca antes me lo había dicho tan directamente. Siempre me decía lo mucho que me quería Natalia y que por favor intentara dejarla que me conquistara. Pero al parecer su paciencia, o tal vez su tolerancia, habían llegado a cero. Y lo comprendía: Si mi hija estuviera enamorada de una idiota como yo, también hablaría con ella.

Marry Me - Albalia Donde viven las historias. Descúbrelo ahora