Capítulo 4

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Estábamos fundidos, conectados, éramos solo ella y yo, tiró de mi labio inferior, lo relamió muy lento con su dulce lengua y entonces se apartó, sentí una ligera brisa sobre mi rostro, refrescante y con un suave aroma a tierra húmeda, como cuando termina de llover y está todo en paz.
Cuando abrí los ojos y salí de la ensoñación, aquella maraña de largos cabellos negros ya no estaba, la oscuridad profunda se había ido y estaba de nuevo ligeramente iluminado por las luces del bar. Me incorporé para buscarla pero fue inútil, no estaba por ningún lado y al parecer no había dejado rastro, ¿Por qué? Tal como estaban las cosas ella tenía el control de la situación, entonces ¿Por qué no acabó conmigo? ¿Por qué no dijo nada más y solo desapareció? ¿Acaso fue algún tipo de hechizo?
Comencé a creer que aquella danza prohibida entre nuestros labios solo había sido una ilusión, y hubiera seguido creyéndolo de no ser porque toqué mis labios y me di cuenta que aún estaban tibios, a pesar de que la noche era fría, podía sentir la calidez que dejó su boca sobre mis labios, incluso me ardían un poco, y todavía podía percibir algo de su singular aroma en el viento, cerré los ojos para inhalar lo último que quedaba de ella,
sacudí mi chaqueta y me marché.

Al regresar a la mansión Reiss tuve que mentir, no podía decirles lo que había ocurrido porque ni yo estaba completamente seguro, así que me límite a decirles que Ackerman no había aparecido por el bar, pero que seguiría yendo a hacer guardia hasta dar con ella. Y así fue, cada noche de la siguiente semana me aparecí por aquel bar, sigilosamente me mezclaba entre la escoria de la ciudad subterránea... el humo de cigarrilo y los ebrios repugnantes se disipaban pero ella nunca aparecía. Estuve tentado a preguntar por ella al tipo de la barra del bar pero eso sería peligroso, no debo dejar ningún cabo suelto, así que deseché la idea.

Cada maldito día desde aquella vez no había un solo segundo en que no me invadieran las dudas, no tenía horas de paz porque al cerrar los ojos ahí estaba ella, con sus labios ardientes. Aún recordaba su aroma y el sabor de su boca, tenía que haberme hechizado, esto no era propio de mi.

Recuerdo que cuando tenía 16 años tuve una ligera ilusión con Historia Reiss, creí sentir atracción por ella pero después me di cuenta que sólo era agradecimiento, desde que tenía 13 años había convivido con ella y para mí era una persona a quien admirar y agradecer, realmente no sentía atracción romántica por ella aunque en ese tiempo lo confundí, pero esto era diferente. Claro que había besado antes, pero nunca nadie me había besado así; con tanta intensidad, pasión y vehemencia, pero claro, quizás sólo estaba confundido, como aquella vez, después de todo fueron muchas experiencias nuevas para mí de un solo golpe, estaba seguro que si volvía a verla no sentiría nada y podría cumplir mi objetivo y acabaría con ella, no tengo tiempo para estupideces, tengo una misión que cumplir.

A la noche siguiente cuando me disponía a salir de nuevo al bar, Frieda me increpó

--Irás de nuevo a Titán, ¿cierto?

--Sí, he demorado ya algunos días pero creo que estoy cerca, quién sabe, quizá hoy por fin aparezca y pueda terminar con éxito la misión

--Mmm, ya veo...

Me miraba incrédula, como si sospechara alguna intención oculta en mis palabras

--¿Necesitas algo antes de que me vaya? -Pregunté sonando lo más natural posible, no necesitaba que comenzaran a dudar de mi

--No, adelante, suerte esta noche -Dibujo una media sonrisa fingida en su rostro

--Gracias, buenas noches -Le dije y me dispuse a salir de la mansión

--Esta vez no la dejes escapar...

--¿Ah? -Giré para decir algo pero ya se había dado la vuelta de regreso a su habitación.

Mierda, sospechaba de mi, tenía que encontrar cuanto antes a la maldita Ackerman y aniquilarla.

Esa noche no entré al bar, decidí esperar afuera. Estaba molesto, «¿Por qué permití que escapara? Debí acabar con ella cuando pude» me repetía una y otra vez, mis pensamientos eran los únicos que me acompañaban esa noche nublada.

Ya llevaba algunas horas ahí sin novedad, parecía que tampoco tendría suerte hoy después de todo, pero cuando estaba marchándome escuché un fuerte ruido viniendo del bar, ya estaba a unos cuantos metros pero me detuve a observar la escena; una rubia no muy alta lanzó con gran fuerza a un tipo fuera del bar, la rubia tenía un par de botas de casquillo que utilizó para patearlo un sin fin de veces, el tipo tenía la cara destrozada y ella le gritaba enfurecida. Aquel tipo bañado en sangre aún se movía, ella se quedó quieta un momento, dejó que el tipo se pusiera en pie y luego en guardia, como si fuera a darle algún tipo de batalla en el estado en qué se encontraba, con gran dificultad lo hizo, entonces ella estiró su mano izquierda y comenzó a hacer movimientos con sus dedos, ahí lo supe; ella era Annie, una de las brujas del Aquelarre de Hange.

LA BRUJA Y EL CAZADOR Donde viven las historias. Descúbrelo ahora