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El sonoro ruido de un plato haciéndose pedazos es lo que hace Evelyn abrir los ojos en un santiamén. El cuerpo de la joven tiembla al pensar que alguien la está tirando objetos afilados, pero, por extraño que parezca, no hay dolor.

— Lady Evelyn, ¡Perdóneme! Ha sido un accidente.— La voz alarmada de la criada hace que Evelyn finalmente se dé cuenta de su entorno. Ella ya no está al aire libre, no hay gente tirándola excrementos o profiriéndola insultos. No hay un cura corrupto hasta los dientes mirándola con falsa pena. No hay una cuerda retorciéndole el cuello como una serpiente a vista de su presa. Todo lo que hay frente a Evelyn es una fina capa de sábana blanquecina que la cobija sobre el colchón.

La criada de mientras recoge con manos temblorosas el plato que dejó caer al suelo, y Evelyn no puede hacer más que observar sus propias manos con evidente desconcierto. El cuello también la parece de lo más extraño. No está torcido, dios santo. Aún sigue tan entero como antes de...su muerte.

Por eso, salir de la cama y mirarse al espejo es la primera reacción coherente de la joven. Sin embargo por desgracia, aún quedan piezas esparcidas del plato que la criada hizo añicos, aunque, el dolor es ínfimo en comparación a la soga adornándole el cuello a Evelyn.

"¿Habrá sido un sueño?" Ella se cuestiona inmóvil, observando el reflejo que la brinda el tocador hecho a medida para ella. "No. No ha sido." Saca la conclusión mientras acaricia con manos temblorosas su regordeta mejilla derecha.

Además, hay cosas que no cuadran para Evelyn. Ella tiene completa seguridad de que efectivamente, falleció ahorcada.

— ¡Lady Evelyn!— La criada Grita, haciendo que Evelyn deje de divagar por momentos. La sirvienta muestra una expresión alarmante tras ver como Evelyn pisa retales de vidrio con indiferencia. Como si el dolor no la afectara de la misma forma que afecta el resto de los seres mortales.

— No recuerdo haberte dado permiso para hablar, criada.— La voz de Evelyn es serena, casi cantarina.— Es una falta de cortesía inadmisible.

— Lo siento muchísimo Lady Evelyn...— El tono melodramático de la sirvienta no tiene el efecto deseado.

— No hay parentesco que nos una— Empieza Evelyn.— Y si mi frágil memoria sigue intacta, usted no hace parte siquiera de la misma clase social que yo. —Puntúa sin dejar de mirarse al espejo.—Es un insulto que digas mi nombre con tanta familiaridad. ¿Debería ordenar que te castiguen?

— L-Lady Evelyn...

— Fuera.— Ordena señalando a la puerta, además añade.— Si sales en este instante tu descortesía no tendrá consecuencias.

— M-muchísimas gracias s-señorita Tulipe.— La sirvienta agacha la cabeza antes de salir en disparada por la puerta como si no hubiera un mañana. Como si Evelyn fuese el mismísimo demonio encarnado. Y puede que en parte, lo es.

♣♣♣

Cuando la madera de la puerta hace un ruido sordo y la maneta mueve a su estado original Evelyn suspira. La mesa que hay en la habitación aún sigue habiendo platos con el desayuno preparado especialmente para ella, y los cristales rotos aún se mantienen incrustados en la piel de Evelyn. Es hora de quitárselos, empiezan a doler.

Evelyn sienta en el banco frente al tocador, pero no parece el mismo que el del día de su ejecución. Ella tampoco parece ser la misma. Evelyn está más gorda de lo que se acuerda. Además, la criada que acaba de echar de la habitación hace mucho que ya no la sirve. Según ella recuerda, el nombre de la chica es Justine, una sirvienta que abandonó a Evelyn por la "favorita". También, Justine ha sido una de los tantos rostros que presenció la ejecución de Evelyn con una penosa sonrisa.

— No la culpo, yo tampoco he sido amable con ella.— Alza el pie derecho y con cuidado empieza a quitar los molestos cristales de la piel.— Ugh.— Ella se queja unos instantes antes de seguir.— La "favorita" robó el corazón a todos. Odiarme resulta ser lo más acertado.— Respira.— Incluso por parte de los criados.

Una vez termina con el pie derecho y a punto de comenzar con el izquierdo se da cuenta de algo peculiar. Hay una carta perfectamente sellada sobre el tocador que ella no se dio cuenta antes.

Evelyn sabe perfectamente el tipo de carta que es sin abrirla siquiera. ¿Pero por qué está cerrada? Con manos temblorosas la joven alcanza la carta, acaricia con cuidado el emblema real y rompe para descubrir que hay dentro.

La escapa el aliento tras darse cuenta de lo que es.

— Una invitación al baile estival...— Dice en voz alta sin poder creerlo aún.— No puede ser cierto.

Tira la carta a un lado y corre hacia la puerta. Aún lleva paños menores y no debería de salir sin estar debidamente vestida, pero, eso es lo de menos. El pasillo que Evelyn ve, sigue siendo el mismo de siempre, pero hay detalles diferentes. No importa, Ella necesita llegar a la biblioteca.

"¡Rápido!" Grita internamente con angustia. "¡Más rápido!" Pero Evelyn apenas tiene estamina y su cuerpo no está acostumbrado a tanto ejercicio.

Cuando ella finalmente llega a la gran biblioteca y abre la puerta de par en par es cuando se da cuenta de lo que está ocurriendo.

— Hermana querida, ¿Se encuentra usted bien?— La insulsa voz azucarada de quien Evelyn conoce perfectamente resuena en sus oídos. Entonces, manos acarician los brazos de Evelyn, pero la joven rehúye a dicho acto de delicadeza, como si la quemara.

Rebecca Tulipe. En carne y hueso. Tan hermosa como siempre.

Vistiendo la misma ropa de exactamente dos años atrás. El día en que tanto Rebecca como Evelyn recibieron la invitación al baile donde conocerían a Sir Dacey Ò Foley por primera vez.

Dos años antes de laejecución de Evelyn.

Un amor de villana [Hiatus]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora