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Zarandearse por el pasillo donde Evelyn fue arrastrada hasta su muerte no es agradable. Ella está en el pasado ahora y puede cambiarlo todo, hacerlo soportable, y sin embargo, eso no la hace sentirse menos aterrada.

La soga bailando en el cuello de Evelyn todavía ronda en la cabeza de la joven, el dolor, las miradas de desagrado, repudio y deshonra, reflejadas en la vista de ella. Pero para sobrevivir, Evelyn tiene que pensar detenidamente en lo que piensa hacer. Un paso en falso, y la horca será el único futuro que la espera.

— Creo que ya sé qué vestido pondré en el baile estival de la corte.—Sonríe consigo misma.— Nada más apropiado que el vestido que usó mi propio cadáver.— Contiene el temblor que amenaza con recorrerla el cuerpo entero y suspira.— Pero vaya, en mi actual estado el vestido no me entraría.— La sonrisa se la ensancha más. — Tendré que pedir a "papá" que me traiga una modista.

Decir "papá" la resulta tan horrendo que por momentos teme la dura reprimenda que recibirá ante tal falta de tacto. Pero entonces, Evelyn se acuerda de la soga contra su piel, que no tuvo misericordia o supo distinguir a un santo de un pecador. Evelyn ha sido tratada como una más de entre tantos ahorcados antes que ella.

Como escoria, no cabe duda. Por eso ella no deja de sonreír aun cuando abre puerta al final del pasillo que da a su habitación.

— La escoria llamando al duque papá.— No puede evitar carcajear como una posesa. — Una deshonra inadmisible al Excelentísimo William Tulipe, santo cielo. Y yo la cumpliré gustosamente. — Reflexiona para sus adentros antes de echarse una vez más en la cama. De momento, Evelyn esperará hasta que venga un criado a recoger la bandeja del desayuno. Entonces pedirá que la preparen para el día. Después de todo, Evelyn tiene muchas cosas que hacer, como también preparar.

♣♣♣

En algún momento Evelyn termina por dormirse, y apenas abre los ojos cuando oye alguien abrir la puerta. El corazón amenaza con salirle por la boca, pero se tranquiliza recordándose que no vienen a por ella. No la llevarán delante del viejo Obispo Patch para que diga sus últimas palabras. No está vez.

A cambio se encuentra con Gordon al otro lado de la puerta, el mayordomo fiel de la familia Tulipe. No es un hombre joven, de eso no hay lugar a duda, y sin embargo tiene su encanto. Él es dueño de unos ojos avellanados poco comunes, y su pelo que alguna vez fue negro o puede que incluso castaño, ahora posee un tono grisáceo que le sienta denigrantemente bien. Y para colmo, aunque es un mayordomo, Sir Gordon no tiene el físico de uno. Su constitución se parece más a la de un soldado que no de un criado. Evelyn es capaz de notar la diferencia por todas las veces que se presentó en bailes de bienvenidas a caballeros que volvían tras una larga instancia en el campo de batalla. Y debido a que nadie la hacía caso en estos encuentros de índole meramente social, Evelyn se entretenía mofándose de cada uno de ellos. Buscando defectos, fallos en vestimenta, descortesías y derivados. De todas formas nadie la haría caso. Además, seguía siendo la hija de un duque. Nadie por debajo de ella osaría decir palabra. Quizá en parte sea esta una de las razones por la que sir Konrad Harding haya echado ojo en Evelyn para empezar. Por la venenosa actitud de ella y desagrado hacía todos. Como un animal salvaje que no permite ser amaestrado por nadie. Todo un espécimen, ideal para el tullido de la corte con un título bajo el brazo. Aunque por desgracia, el título de Conde no le devolvería las piernas que perdió en la guerra. Y tampoco a su amada, que terminó por casarse con otro noble más formidable que él.

Por supuesto, Evelyn sabe de los chismes que merodean la corte. ¿Cómo no hacerlo? Encima cuando es de su prometido de quien están hablando.

— Buenos días señorita.— Gordon hace una reverencia haciendo así que Evelyn deje de divagar mentalmente y se centre en el hombre que tiene delante.

— Sir Gordon. — Asiente para que él siga.

— Pido disculpas en importunarla, pero me consta de que ha ocurrido un incidente y — antes de que él siga Evelyn lo detiene con un movimiento de manos.

— No ha habido ningún incidente más de que yo haber tirado aquel plato.— Señala el suelo con aburrimiento. — Nada más sir.

— Pero señorita...

— ¿Acaso pones en duda mi palabra Mayordomo? ¿Es eso lo que oyen mis tímpanos? — Evelyn es firme sin llegar a ser audaz. Una madurez atípica en su yo del pasado. Y sir Gordon es capaz de notarlo.

— En absoluto. Pediré que vengan a limpiar el desastre de inmediato, señorita.

— ¿Y sir Gordon?

— ¿Sí señorita?

— Necesito que venga Justine. Quiero cambiarme y salir a dar un paseo.

— Por supuesto señorita.— El mayordomo hace una segunda reverencia antes de marcharse. Pero Evelyn no se da cuenta de la confusa expresión que se forma en el rostro de Gordon antes de salir por la puerta.
Desconcierto es lo que él tiene. Y eso es raro viniendo del Mayordomo que no se sorprende de nada.

El pasado empieza a cambiar, aunque solo apenas en los pequeños detalles.

Un amor de villana [Hiatus]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora