La casa 1028

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Nunca he creído en esos antiguos cuentos que hablan sobre esa vieja mansión colonial, para hacer que los niños obedezcan, o por lo menos, no hasta ese día.

Recuerdo perfectamente que todos conocían la casa, pues esta había estado allí desde siempre. Dicen que, en algún momento, fue la más esplendorosa, despampanante y apoteósica, no solo del centro histórico, sino de la ciudad en general. Aunque, de aquello que alguna vez poseyó magnificencia, solo quedaban unas ruinas depauperadas por el tiempo, llenas de humedad y de extrañas plantas que crecían sin control. Lo único que permanecía intacto era una gran placa de bronce atornillada a la pared, que sinceramente nunca entendí como seguía fija en su lugar a pesar de las condiciones de la pared. Una gran placa que tenía grabado el número 1028.

Por esos días comenzaba la secundaria, y como es normal tenía un grupo de amigos con el que me gustaba salir, y con los que generalmente hacía los trabajos de la escuela. Me acuerdo que fuimos al museo debido a que nos orientaron un trabajo sobre patrimonio urbanístico. Allí, nos hablaron de muchas cosas que, para una adolescente como yo, eran solo estupideces. Que si la arquitectura colonial, que si el siglo XIX, que si el estilo historicista neogótico español, con un millón de palabras de las que no entendí nada.

Solo nos llamó la atención, las fotos de una casa y la historia que nos contaron. Según la especialista del museo, dicha construcción, los escombros de la calle Madison, fueron un hito de la arquitectura; y supuestamente se creía que su dueño, el señor Hotcher, había pactado con el demonio y al romper dicho convenio, la casa se había convertido en lo que es ahora, la mansión totalmente demacrada que conocemos como la mansión 1028. La parte realmente interesante es que, según un viejo mito quien renueve el antiguo pacto, tendrá lo que su anterior propietario ostentaba.

Pasaron o dos tres días y en internet se puso de moda eso de las pruebas de valor. Lo decidimos, alrededor de una fogata, no había nada que perder, y quizás podíamos hacernos de algún que otro bien material, o quien sabe incluso podríamos restablecer el pacto, o eso pensamos de una manera burlona, sin conocer lo que estaba en juego.

Llegamos al lugar de noche, sobre las tres de la madrugada; teníamos linternas y algunos fósforos por si encontrábamos algunas velas. El jardín nos pareció común, desaliñado, pero común; solo había una extraña sustancia que apenas consideramos.

Hallamos unos viejos candelabros que encendimos, y la casa recobró su antiguo esplendor; comenzamos a vivir allí, juntos. Teníamos comida, ropa, lujos, o cualquier cosa que pudiéramos desear. Apenas recordábamos nada de antes de entrar.

Un día, llamé a Sam y Holly a la hora de la cena, solo faltaban ellos para estar los cuatro a la mesa. Sam corrió hacia el comedor y al tropezar, cayó al suelo. No tenía idea de que hacer con su rodilla ensangrentada. Entonces, dijo algo a su hermano mayor Peter, que nos sorprendió:

—Mamá me regañará, ella siempre me dice que no corra a todos lados —y sin dar tiempo a reflexión, continuó hablando—, Peter, quién es mamá y por qué me dice esas cosas.

En ese instante, el gran espejo sobre la vitrina del comedor se rompió y todo tomó una forma inesperada. La carne en el plato de Sam se convirtió en una rata, mi postre gelatinoso en vísceras, Holly llegó a nosotros con una bata de baño manchada, con una mezcla de sangre y lodo.

Sentí que algo me bajaba desde la cabeza recorriendo mi cuerpo, y tuve un flashback, en él pude vernos adentrándonos en la casa, y aquella sustancia extraña del jardín subiéndonos por los tobillos. A pesar de su consistencia viscosa, era caliente, y comenzó a teñir nuestro cuerpo de negro hasta que solo parecíamos espectros. Frente a nosotros, se movió algo entre las sombras que se acercó lentamente y nos exclamó:

—Han caído en su trampa, si quieren sus vidas de vuelta, tendrán que obtenerlas en el más allá —y desapareció como si nunca hubiese estado ahí.

Eso fue lo que mi mente pudo rememorar; intenté escapar, pero parecía como si alguien hubiera colocado un domo de cristal sobre la casa, excluyendo solamente los jardines que la rodeaban.

No pude evitar mirar los ojos de Peter, en vez de opacarse por el miedo, brillaban como si esa situación le pareciera bella e incluso romántica, y devoró a mordidas a su hermano.

Salí precipitada, corrí escaleras abajo, había olvidado a Holly, supongo que es parte de la naturaleza humana pensar en salvarse; haberla olvidado en esas circunstancias, difería mucho de haberme dejado un cuaderno bajo la mesa, había dejado en manos de ese monstruo a mi mejor amiga. Lo llamo monstruo, porque no creo que Peter fuese capaz de cometer esa barbarie, debió estar poseído.

Sentí la voz de Holly, cada suspiro ahogándose en el vacío, y luego lo vi caminando hacia mí, mientras jugaba con sus ojos como si fuesen canicas. Caí al suelo, me arrastré hasta el portal y me puse de pie. Un hacha afilada pasó cerca de mi cara y me cortó parte del pelo y de la oreja. Para mi buena suerte, hizo que la placa con el número 1028 cayera al suelo, y Peter desapareció, e inmediatamente perdí la conciencia.

—Eso es lo que pasó señorita Ice —me dijo aquel hombre.

—Sí —asentí.

—Enfermera, ya pueden llevársela —le indicó a una muchacha parada justo detrás de mí.

Y unos hombres aparecieron y me trasladaron a un cuarto completamente blanco, blando y acolchonado.

No sé cómo, pude escuchar una conversación que acontecía en la sala de la que recién me habían sacado, entre un tal doctor Hotcher y un oficial de apellido Mclister:

—Doctor Hotcher, hemos encontrado los cuerpos y por su constitución física no creo que ella pudiese hacer algo que requiere tanta fuerza. Además, conozco a la familia Ice...

—Agente Mclister, quizás la drogaron y alucinó un poco sobre lo que sucedió, si no se halló evidencia de que en la casa hubiese alguien a parte de ella, y los cadáveres de Holly y Sam, quién es ese Peter.

—Doctor, Sam no tiene hermanos, y desde hace años el único Peter registrado en este pueblo, es el antiguo dueño de la mansión.

La puerta se está moviendo, es él, ese doctor. No sé por qué, pero lo sé. ¿Por qué se acerca tanto? Está rozando mi oreja. Murmura algo, que son estas palabras:

—Petrus Hotcher est nomen meum.

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⏰ Última actualización: May 11, 2021 ⏰

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