Rose Grey y el domador de dragones [#3]

CAPÍTULO II

Ivantie sacó su varita y sin recitar nada, con la punta de esta, tocó la puerta en diferentes zonas. La madera comenzó a crujir desde arriba hacia abajo y pronto se movió hacia dentro, con lentitud. Una figura alta y conocida apareció cuando la puerta se encontró abierta en su totalidad, no se me hizo demasiado difícil el reconocerle.

—Me alegra verte otra vez, Rose .—Benjamin Hugh se encontraba con una sonrisa algo altanera, estirando su mano hacia mí.

—Cuando dijiste que esperabas que llegase lejos, no pensé que lo decías tan literalmente .—Respondí su saludo de inmediato y sonreí igual que él, feliz por su recibimiento.

—No iba a dejar pasar la oportunidad luego de ver con mis propios de lo que eras capaz.

—Y vaya que lo dejaste impresionado —comentó Ivantie de brazos cruzados—. No detuvo su parloteo sobre ti, hasta que el consejo aceptó que se te solicitara.

Saber directamente que Benjamin había quedado conforme con mis capacidades, al punto de pedirme exclusivamente a mí para ser parte del santuario, me hizo sentir orgullosa y avergonzada a la vez. No quería que se notara en mis mejillas la extraña incomodidad que ahora sentía por tal nivel de halago, así que intenté enfocarme en algo más, cambiando el tema de forma abrupta.

—¿También estas en el consejo? —le pregunté a Ivantie.

—No, papá lo esta —explicó—. Él me comenta las nuevas noticias, aunque en realidad, desde que se supo que un nuevo sanador vendría al santuario, es lo único de lo que se habla. Te podrás imaginar cómo reaccionaron los demás entrenadores al saber que era una mujer.

—¿Recuerdas la regla de alejarte de los demás entrenadores? —preguntó Benjamin. Asentí, recordándola bastante bien y por unos segundos, la imagen algo borrosa de una Rose ebria muy cerca de uno de sus entrenadores se hizo presente en mi cerebro—. Pues, tendrás que tener aún mucho más cuidado.

—¡Oh vamos, Ben, no puedes mantenerla en una burbuja! —exclamó—. No actúes como hermano mayor sobreprotector.

—Esta bien —les interrumpí—. No vengo con esas intenciones, solo quiero hacer mi trabajo y aprender de ustedes.

Benjamin le sonrió a Ivantie, como si hubiese ganado la discusión sin si quiera empezarla realmente, y sin más preámbulos, comenzamos a caminar, dejando atrás las enormes puertas que ya empezaban suavemente a cerrarse por sí mismas.

Desde que la existencia de un santuario de dragones se mencionó en una de las clases de Cuidado de Criaturas Mágicas, había intentado muchas veces imaginarlo de alguna forma. Si bien los animales y las bestias no habían sido mi área preferida en la escuela, debía reconocer que, después de tanto tiempo, un poco del fanatismo de Charlie había quedado impregnado en mí. Sin embargo, por mucho que había intentado explicarme cómo supuestamente era el lugar probablemente más peligroso del mundo, mi cabeza no podía crear el escenario.

Aquella curiosidad, disminuyó luego de su partida, y volvió a aparecer el día en que William Sharpe me invitó aquella tarde al café, para darme las nuevas noticias. Rápidamente aparecieron preguntas y más preguntas sin respuesta. Nuevamente me vi intentando recrear el lugar, pero las explicaciones de Charlie habían quedado disueltas en el pasado y finalmente preferí dejarlo a la sorpresa.

Bien que había hecho.

Frente a mí había un camino largo y recto, que según Benjamin llevaba hacia la zona de entrenamiento. Me había dejado bastante claro que por el momento y hasta que mis estudios del santuario estuviesen completos, tenía prohibido acercarme allí. La única excepción a aquella regla era que nos encontrásemos en una situación de vida o muerte, y que Williard, quien sería mi tutor, diera su aprobación.