Rose Grey y el domador de dragones [#3]

CAPÍTULO X

Rose

Elle y yo habíamos tenido bastantes reuniones con los demás estudiantes de la Escuela de Sanadores.
Reuniones en las cuales se bebía un poco más de lo que el cuerpo humano o mago podría aguantar para estar con el funcionamiento correcto suficiente en todos los sentidos. Por ello, la resaca no debería haberse sentido como algo nuevo, pero lo hacía.

Sabía que la luz matutina caía directamente en mis ojos y realmente no deseaba abrirlos. No tenía que moverme para sentir cómo la cabeza aún me daba algo de vueltas por todo el alcohol de la noche anterior. Parecía que tenía un yoyo andando en cámara lenta, martillando, a la vez, cada esquina que tocaba en mi cráneo.
Creía que solo era mi cabeza la que se movía internamente provocando los mareos, hasta que sentí el movimiento de la cama a mi lado.

Sin importar la horrible sensación de vértigo que me dio náuseas, abrí los ojos y levanté la cabeza rápidamente. Miré hacia mi lado derecho y aguanté un grito de sorpresa.
La cabellera ondulada y peliroja era indiscutiblemente conocida. Su aroma al momento de moverse se había mezclado un poco con lo que emanaba de alcohol, pero era claro que se trataba de él. Estaba de espaldas hacia mí, desnudo.

Pronto fui capaz de sentir la sábana color marfil en mi cuerpo y la sensación de tenerla rosando tan sensiblemente mi piel me hizo levantarla con miedo y curiosidad en partes iguales. Ahí estaban, mis pechos a la vista, mis pezones erguidos y mi feminidad destapada. 

—Dios...—susurré.

Tapé mi boca, no porque fuese a decir algo más que pudiese ser lo suficientemente alto como para despertar a Charlie, sino por el shock del momento.

Las primeras veces eran especiales. Eso había escuchado desde que tenía la capacidad para razonar y entender lo que significaba una primera vez.

Recordaba muy bien como me sonrojaba al escuchar a las demás chicas de nuestra habitación en la torre de Gryffindor, regodearse y comentar cómo se había sentido estar en los brazos de el chico que te gustaba. Cómo era sentir el calor de un cuerpo prácticamente desconocido. La sensación de una unión que podría describirse casi como sobrenatural.

Me sonrojaba aún más cuando, en mi cabeza, se formaban imágenes muy vívidas con cierto pelirrojo. En las cuales él me besaba con pasión, me acariciaba con dedicación y hacía cosas que nadie nunca jamás habría hecho conmigo. Cosas que, desde luego, siempre se creaban simplemente gracias a los relatos detallados de las demás.

Finalmente, cuando mis manos tocaban lugares húmedos e inexplorados de mi cuerpo y mi voz daba un leve sonido en el silencio de la habitación al descubrir el punto donde las extrañas, dolorosas y agradables sensaciones explotaban, terminaba por avergonzarme por todas las imágenes eróticas y prohibidas que creaba con una persona tan específica.

No obstante, aunque quisiera evitarlo, aunque me repetía una y otra vez que era una chica de mente muy sucia y desvergonzada, muchas noches mis acciones se repetían, deseando en el interior y preguntándome cómo sería si mis creaciones no fuesen solo parte de mi simple imaginación.

¿Lo habíamos hecho?

Levanté un poco más las sábanas, en busca de algo que pudiese revelarme si mi virginidad ya se había ido, pero no encontré ninguna señal de manchas sospechosas. Moví mis piernas lentamente, detectando algún dolor inusual. Nada, absolutamente nada.

¿Por qué estábamos desnudos entonces?

Intenté relajarme y di la vuelta a mi cuerpo para quedar de frente con la enorme espalda de Charlie. Su piel, de color más cálido y moreno por el sol hacía casi desaparecer algunas de sus pequeñas pecas, mas no todas.