Errabundez/Los pasajes infinitos de Buenos Aires/4

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-lV-

De mañana había concurrido, como siempre, a la escuela normal de Villa Ballester, luego de almorzar había visitado el Centro Kolla y como a la hora en que fui no encontré a nadie, salí a "navegar errante" por la ciudad. Doblé por Callao hasta la plaza de los dos congresos, hice unas cuadras por la avenida de Mayo hasta 9 de Julio, bajé por la escalinata que lleva a las combinaciones del subte y, a través de ella, crucé la avenida.

Me dolían las piernas cuando pasé frente a la basílica de Santo Domingo. Si bien soy librepensador algo llamó mi atención, entonces vi el mausoleo de Belgrano. Una vez dentro de la iglesia me senté a escuchar el canto de los sacerdotes. Quedé unos instantes adormecido. Tuve una sensación extraña, como de desdoblamiento que no podría describir, y a continuación salí de ahí. Caminé de regreso al centro, plaza de Mayo, calle florida y finalmente entré en la casa de Santiago del Estero. No soy santiagueño, ni tampoco tenía ningún trámite que realizar, sólo que allí el profesor Waldo Etévez, enseñaba a hablar el quichua.

Ahora, de regreso a casa, mantenía esta sensación tan extraña. (un día liviano, dentro de todo, pensé) En cuanto pude recuperar el foco seguí caminando, la neblina humedecía mi rostro y empañaba mi vista. En un suspiro me encontraba en Warnes y el ferrocarril San Martín; al otro extremo del cementerio. Lo curioso de esta situación es que no guardo ningún recuerdo de lo que hice en ese trayecto.

Crucé hacia la estación La Paternal, pasé por entre unos arbustos, el paisaje no se correspondía con el lugar en donde estaba y tuve la sensación de que estaba amaneciendo.

Narraciones y vivencias de un hombre que cree que estuvo soloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora