Capítulo XXXIV

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—Muy bien, les contaré— ojeo por última vez buscando a Collette, asegurándome que el renacuajo real en realidad no esté presente en la habitación—Cuando estuve en Paris con él, note que tiene la mala costumbre de comerse sus propios mocos ¡Y no solo eso! — bebo un ligero trago de este amargo vino buscando un ligero toque de inspiración— De caballero no tiene nada, yo misma tuve que llevar sus maletas y si pudieran oler como apestan sus pies.

—¿Usted mantiene una relación estrecha con su majestad? — Los maravillosos ojos de Léna no dejan de inspeccionarme de arriba a abajo como si pudiera distinguir al pequeño demonio de Weber hablándome, sentado en mi hombro— Si usted tiene conocimiento de todo eso debe de ser muy cercana a él, pensé que la comunidad estudiantil no mantenía ninguna clase de relación estrecha con el príncipe.

—Pues puedo decir que milagrosamente ya corté toda conexión con él... ¡Incluso eructo en mi linda carita! —no saben cuánto quiero reír, tengo una maldita sonrisa en la cara, pero siento como estoy firmando mi propia sentencia de muerte. ¡Nah! De seguro no se dará cuenta, me susurra Belmont— Es más, a una amiga le prometió darle un closet lleno de sus zapatos favoritos, ya que, por culpa de él, perdió un par muy preciado por ella, pero como él no sabe cumplir sus promesas, ahí está mi amiga sin pantalón, ni zapatos, ni nada, quedo completamente engañada por ese ser humano que lo único valioso que tiene, es su corona.

—Señorita...— carraspea Édouard meneando un poco la copa haciendo girar el líquido violeta.

—Enserio perdón si creen que estoy siendo muy ruda, pero esto tenía que salir de mi sistema, entenderé si le dicen a Collette, pero juro que besaré sus pies si esto queda entre nosotros— Y aquí es donde ya estoy arrepintiéndome y aceptando que quizá, solo quizá me estoy pasando un poco— Suerte cuando lo conozcan, mi consejo es que no confíen en él. He escuchado que su comida favorita son las cucarachas y por cierto...casi me dejaba morir una vez. No, retiro lo dicho, cada vez que uno está con él es como saltar de un edificio con peligro de muerte, pero te convence de que no morirás, aunque haya un cartel de advertencia justo enfrente.

—Señorita Blake— me reprende Léna algo asombrada, tratando de enfocar su vista en cualquier parte que no sea en mí, la pareja se mueve incomoda y puedo sentir su sofocación a kilómetros de distancia.

Chicos, creo que me estoy pasando. Pero todavía me falta la cereza del pastel.

—Lo siento, dejare de molestar para decirles que en realidad Ravenden si es una excelente escuela y no lo digo con sarcasmo, con todo mi corazón les digo que es una de las mejores— mantengo mi mano libre detrás de mi espalda y con la otra elevo mi copa. Tengo que huir ya, y debo de hacerlo por la puerta secreta que tengo detrás — No sé cómo se hace un brindis, pero brindo con ustedes para que el príncipe Dareh, encuentre una manera de lavarse bien los pies y comer otra cosa que no provenga de su nariz, amén.

Tomó un apresurado sorbo, lista para voltear y enfrentar mi castigo más tarde o mi posible expulsión. Les juro que ahorita solo me maneja el sentido de la estupidez, y mañana por la mañana estaré sintiéndome culpable por lo que acabo de hacer.

—¿Amén?

Ay, no puede ser... ¡Por la santa cachucha!

Me mantengo inmóvil al sentir un extraño roce de un objeto frío deslizarse en la palma de mi mano que tengo oculta en mi espalda. Sea lo que sea, lo aprisiono en un puño asustándome de lo sólido que es.

Estoy segura de que no escupí todo el vino en estas esplendidas personas porque me lo tragué completo.

—Por favor, no— me fijo detenidamente en los rostros de la pareja. Su incomodidad es exorbitante y yo no puedo ocultar mi sonrisa de maníaca y no es porque estoy feliz ¡Estoy muriendo por dentro! S.O.S— Por favor díganme que soy yo la que dije amén y que no está detrás de mi ¿verdad?

En una escuela de Princesas "Accidentalmente"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora