Capítulo XLVI

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Estoy extendiendo mi pie lo más que puedo para alcanzar el marco de la ventana y poder cerrarla. Pero el ruido ese que hace la chapa de la puerta me detiene, regresando mi pierna a su lugar.

No soy capaz de mover mis brazos. Si apenas, fui capaz de alejar tanto mi pierna, ni loca voy a dejar de sostener esta madera.

Si, si me salí por la ventana. Pero no me lanzare, eso ya es un avance.

—La puerta estaba sin seguro, su majestad—abrazo más fuerte la madera, cuando logro escuchar hasta aquí afuera la voz de quien se le ocurrió traer a la Reina.

No sé quien seas, pero si caigo desde aquí que sepas que no me iré sola y atormentare tu alma.

Observó ligeramente el suelo buscando el sitio que tenga más pinta de ser más blando. Estoy temblando, no he comido y peso demasiado. Ah.

—Y no hay nadie aquí, Rosalía, seguramente te lo habías imaginado.

—Discúlpeme, estoy segura de que creí haber oído un ruido, fue un error mío.

Si, sí, sí. Ya váyanse que no creo que una estudiante, colgando de un panel de madera al lado de la ventana del cuarto de a saber quién, sea lo más normal un lunes por la mañana. Trato de incrustar bien mi zapato entre los espacios cruzados del panel con forma de rombo, pero el crujido que hacen cada vez que hago el mínimo movimiento me detienen no más empiezo.

Y sin mencionar que está repleto de plantas, un gusano me va a salir aquí como mínimo. Voy a llorar. En serio no quiero morir así.

Ay, ya me está picando todo el cuerpo.

No le tengo pánico a las alturas, pero es jodidamente alto. ¿Y si grito y digo que estaba ayudando a un pajarito y me atore?

—No te culpes, seguramente fue porque olvidaron cerrar la ventana, las ventiscas están a punto de iniciar y justamente eso quizá hizo que escucharas algo.

Mantengo mi atención en la caja que sostengo en la mano. Me moví tan rápido que ni siquiera pude meter esto en mi bolsillo. Puedo decir que estaba en la cornisa y me anime a alcanzarlo como buena persona noble que soy.

—Tiene razón, su majestad, la cerrará de inmediato.

¡No! No, que me tiro.

Me aviento, eh.

¿Y si escaló hasta llegar al suelo? ¿O será mejor arriba? Me separo un poco de la madera, pero vuelvo a fusionarme a ella cuando vuelve a crujir como mi estómago.

Y de remate, llevo falda. Voy a gritar "Pio" y haré como una serpiente para que no se acerque.

—No, dejala—Si, por favor— Creo que es buena idea que de vez en cuando entre luz y viento a esta habitación, le da un toque diferente.

—La última vez que vine, me aseguré de dejarla cerrada como usted ordena, su majestad ¿Cree usted que el príncipe haya venido?

¡SI Y ES A QUIEN VOY A ASESINAR DESPUÉS DE ESTO!

Estoy llorando y mis brazos están empezando a tintinear. ¡NO QUIERO MORIR CON HAMBRE! Me dieron un golpe y caí de cabeza hace poco, no creo que mi cuerpo resista a tremendo impacto.

—Eso espero, ya que eso me asegura que no está con la jovencita que ingresó hace poco.

¿QUE?

—Él siempre ha acatado las reglas, su majestad, seguramente se mantendrá alejado de la señorita, no se preocupe...

Sorbo mis mocos acercándome lo más que puedo para no perderme cualquier palabra que digan. Esto si me interesa.

—Oh, no lo hago, Rosalía. Mi instinto de madre me dice que solamente es una aventura más. Sabés cómo son los muchachos, así como entendemos que no fui la primera mujer en la vida de su padre, igualmente ella será un nombre más en la lista de mi hijo que pronto tachará, antes que llegue la indicada, por supuesto. Debemos dejar que se divierta un poco con la señorita, pronto se ira y el asumirá el mando que ha heredado y buscará a alguien de verdad, a la persona indicada con quien reinara cuando yo fallezca, es más tengo a una princesa en mente, digna de él, quien será el último en su lista.

En una escuela de Princesas "Accidentalmente"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora