Capítulo 10

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No lograba entender qué bicho le había picado, pero ese lunes puso especial esmero en ducharse, afeitarse, vestirse e incluso perfumarse, para llevar a Tyler al colegio

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No lograba entender qué bicho le había picado, pero ese lunes puso especial esmero en ducharse, afeitarse, vestirse e incluso perfumarse, para llevar a Tyler al colegio.

—¿Estás usando colonia? —preguntó el niño en cuanto se sentaron a desayunar.

—Sí —reconoció sonrojándose como un colegial.

—¿Por qué? —interrogó el niño —Nunca usas colonia.

—Pero hoy es el primer día después de las vacaciones —argumentó rogando que eso sirviera para un niño de cinco años —Tú también deberías perfumarte hoy. La señorita Lisa se pondrá muy contenta si lo haces.

Nombrar a la señorita Lisa bastó para que Tyler acabara rápidamente su desayuno, corriera a su habitación y volviera perfectamente peinado y perfumado.

—Hoy iré súper guapo. —sentenció el niño ganándose una sonrisa de su padre.

—Siempre lo estás —aseguró Jungkook revolviendo el cabello del niño que se quejó molesto.

Condujo el coche hasta el colegio sintiéndose estúpidamente nervioso y nerviosamente estúpido, y se negaba a aventurar una razón para esos sentimientos.

Aunque en lo más profundo de sí, conocía exactamente la razón.

Lisa había regresado el día anterior de Phoenix, después de pasar cuatro días con su madre, rodeada de sus amigos y seguramente alguno de ese par de novios que había confesado haber tenido en la universidad.

Jungkook no podía dejar de reconocer que Lisa era una chica de ciudad, acostumbrada la gran ciudad y sin dudas a los hombres que la habitaban.

Pedirle que se sintiera a gusto con un mecánico de pueblo, rudo, bruto y desastrado, era mucho pedir para una mujer que habría estado, seguramente, rodeada de profesionales, oficinistas y empresarios.

Saberlo le ponía furioso, ya que a eso era a lo que él había aspirado toda su vida hasta que la mejor amiga de Lisa le había embaucado obligándole a convertirse en lo que era. Un hombre frustrado que había dejado su inteligencia y sus enormes capacidades para los estudios y las finanzas a un lado, para enterrar la cabeza bajo los capós de esos coches llenos de grasa y suciedad.

Sus manos, empercudidas por mucho que las lavara y fregara al final de cada jornada; sus manos llenas de cortes y arañazos, no podían sentirse sobre la piel de Lisa como las manos de aquel novio de la universidad, estudiante, acostumbrado a trabajar con lápices y teclados de ordenador.

No podía evitar pensar en lo sencillo que sería que después de esos cuatro días, al verle, la chica acabara reconociendo que estaba perdiendo el tiempo con ese hombre que no era más que un tosco mecánico.

Y él, a poco más de dos meses de haber comenzado su relación, no se sentía preparado para dejarla ir.

Su cabeza le decía que era su polla la que hablaba, pero una parte de él, que se esforzaba en acallar, le hacía creer que allí había algo más.

Noт мy Fαυlт | Lιzĸooĸ ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora