Alessandro:
Cuando el mocoso de Ardah hubo aceptado mi gentil y humilde invitación, no tenía ni idea hacia donde lo llevaba. Marchamos un rato tropezando entre los estudiantes en los pasillos, que se detenían a observarnos atónitos, y salimos a las nieblas del patio, y vimos la luz de un sol erguido, que se extendía cálido y pesado sobre los bosques que habían más allá de los muros de piedra.
-¿Vamos fuera del colegio? -preguntó con voz baja.
Le guiñé el ojo, y le contesté con tono pícaro:
-Tú solo sígueme.
-Pero nos podrían expulsar -replicó-. Y de cualquier modo, tendría que regresar a por mis cosas...
-Vamos a por ellas -dije-. No te preocupes niñato, las he hecho peores que esta.
Entramos al salón, y tomé su mochila, y la mía, echándomelas al hombro. Correteamos hasta los muros y lo ayudé a escalar, y luego, agarrándolo del brazo, lo arrojé conmigo a lo profundo de la espesura. Anduvimos entre piedras, y raíces, y saltamos barrancos también, hasta llegar a los claros. En medio de ese lugar sereno, serpenteaba un río de aguas cálidas, y perezosas, bordeado por viejos sauces caídos, y moteado por miles de hojas marchitas, que espesaban el aire y caían revoloteando lentamente. Una brisa tibia, y dulce, soplaba en la hondonada, y le revolvía la negrura del cabello, y acariciaba con dulzura su rostro, y las hierbas murmuraban, y los árboles crujían, cautivos en su hermosura.
-Es...precioso -dijo con las pozas oscuras de sus ojos perdidos en los bosques.
-No mentía -me senté en la raíz de un árbol, y apoyé la espalda en la madera suave del tronco-. Suelo venir aquí a veces. Me ayuda a meditar en paz.
-Parece interminable... -estaba casi sin voz ante la majestuosidad de la naturaleza. Las arboledas, y las aguas adormecidas del río se perdían a lo lejos, e iban más allá del alcance de su mirada. Eran algo bello, y yacían ocultos, como el deseo, y los sentimientos que abrigaba por él.
Tiré las mochilas al pie del árbol, y me incorporé, y caminé hacia Ardah. Lo tomé de la cadera, y aferré mis dedos en él. Mi pecho colisionó con su espalda, y poco tardé en percibir su respiración agitada, y el trotar desbocado e incesante de su corazón. Latía casi tan rápido como el mío en esos momentos.
-¿Te gusta? -pregunté a su oído, y su piel se estremeció al calor del susurro.
Ardah se volvió a mí, y su rostro quedó a menos de un dedo del mío.
-Me encanta -agachó la cabeza, el rubor se había apoderado de él-. Es uno de los sitios más bonitos que he visto en mi vida.
Le sonreí, como nunca lo había hecho, y nos quedamos en silencio, observándonos durante largo rato. Ardah era un muchachito tímido, y no sabía que decir, y yo no era hombre de muchas palabras. Lo contemplé, y al perderme en él me percaté que su alma estaba llena de cicatrices. Sus ojitos titilaban, y sus lágrimas eran como nubes que ocultaban su ternura, y su belleza, pues ya no eran negros, eran como la luz del sol caído al atardecer. ¿Por qué estaba tan triste el pequeñin? ¿Acaso no se alegraba de estar conmigo?
Algo en mí ardía como el fuego al tenerlo cerca, y una idea traviesa me surgió en mente.
-El agua debe de estar buena -acaricié sus mofletes con mi nariz-. ¿Vamos a darnos un baño? A ver si nos quitamos toda esta mierda del comedor de encima.
-Pero... ¿y el uniforme?
-Quítatelo, vamos a estar mejor sin él.
Me saqué la camisa, el colgante y el pantalón, y lo tomé de la mano, conduciéndolo hasta la orilla de estero. Le miré, y noté que sus piernas flaqueaban. Temía y de gran manera dudaba, pero finalmente se despojó de sus prendas, y su piel desnuda entró al agua. Tenía la belleza de una plata común, pero era como si nunca se manchase, ni perdiese el brillo. Sentí mi cuerpo estrecerse de lujuria ¿estaría mal que me consumiese un deseo primigenio por un muchacho hermoso?
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Ojos Embriagadores
Teen Fiction(Amor de Chicos) ¿Cuánto tiempo puede durar el más infame de los sueños? ¿Por qué caemos fácilmente bajo el encanto de una sonrisa, la ternura de las caricias y el calor de los besos? Ardah Wells es un muchacho que ha prometido no involucrarse profu...