Capítulo Siete

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Ardah:

Escuchaba aún en la oscuridad el sonido que me había perturbado mientras dormía, era como el susurro de unas ramas que se rozaban con el viento, y pareciese que sus largos dedos rascasen las ventanas y la pared. Una voz espantosa resonaba en mi cabeza, y se abría paso serpenteante a través de la oscuridad, con una risa seca y chirriante, y se burlaba de mí. Veía a lo lejos un cuerpo abandonado en el suelo húmedo del bosque, rodeado de una charca de sangre, y en su agonía lloraba, y suplicaba, y yo corría, mas por mucho que intentase no se me permitía llegar a él.

-Sientes <¿tristeza? ¡Jamás volverán!>

-¿Anhelo? <¡Nunca te amó...oh...pero sí lo habías entregado todo!>

-¿Agonía?  <Aún te duelen los gritos...y los golpes...y el ardor del fuego en tu piel...>

-¿Miedo? ¿Odio? ¡Ese es el camino!

-¡CÁLLATE!

Me incorporé de un grito, con una opresión en el pecho y sintiendo como el terror me atenazaba la garganta y me adormecía el cuerpo. Me causaban horror las noches que me abrasaba la visión de un joven que perdía la luz de sus ojos, y me acosaba el eco de unas palabras crueles, irónicas y carentes de algún sentido. Era sólo un sueño triste que me provocaba angustia en el corazón, uno que se sucedía cada vez que me quedaba pensando en...

-¡Ardah! -sentí como unos dedos largos se postraron con fuerza en mis hombros y me levantaron de la cama. Tenía la voz ahogada, no podía siquiera gritar, quería salir corriendo de allí en cualquier momento, no obstante, mi cuerpo no estaba de acuerdo con eso.

Me giré rápidamente y vi la figura sombría de mamá a mis espaldas. Incluso en la penumbra, se podía percibir la preocupación en su rostro.

-¿Estás bien, mi amor? -me preguntó cuando encenció la pequeña lamparita de media noche que tenía al lado de mi cama-. Te sentí gritanto y....

-Sí...no pasa nada....tuve una pesadilla -le contesté tembloroso y llevándome una mano al corazón agitado-. Mamá -la llamé-. ¿Los sueños no se hacen realidad? ¿verdad?

Mamá me miró con ternura y me abrazó.

-Algunos sí y otros no -dijo suave, y comenzó a acariciarme el cabello-. Depende de cuanto lo desee tu corazón -me apuntó al pecho-. Y de lo que te esfuerces por conseguirlo.

-¿Y sí se trata de algo malo?

-Entonces no sucederá -me dijo-. Porque tu eres un niño dulce y nunca le desearías el mal a nadie.

-Hasta las personas más puras esconden algo oscuro...

Su mirada se tornó triste, y confusa. Luego se acostó a mi lado, y apoyé mi cabeza en su hombro.

-Sí -afirmó-. Todos lo hacemos. Pero no te preocupes, los malos sueños pocas veces llegan a cumplirse...porque intentamos todo lo posible por evitarlos.

Alcé la mirada y los ojos de mamá se hallaban titilantes y vidriosos como pequeñas estrellas en un cielo despejado, y sentí que los míos también.

-Veo que alguien muere...yo no sé quien es ese chico...nunca puedo ver su rostro.

-A lo mejor es alguien que conocerás pronto, y cuando lo hagas, tendrás miedo de perderlo -comentó y algo se agitó en mi pecho, algo extraño, como si colisionasen la amargura y la esperanza-. El tiempo es una ilusión, así como también lo es la muerte...a veces no es más que...un nuevo comienzo...

-¿Desde cuándo eres tan sabia? -reí y mamá me pegó un suave coscorrón.

-¿Desde cuándo tú te preocupas tanto por las cosas? -dijo con aire juguetón.

Ojos EmbriagadoresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora