Alessandro:La noche se desvanecía y las sombras se borraban de las paredes de mi habitación, abriéndole las puertas a la mañana que llegó pálida y húmeda. Desperté con gran gozo y somnolencia entre las sábanas, desnudo, y con el olor áspero del sexo esparcido sobre el cuerpo. Morgan seguía dormida o al menos eso aparentaba, también se hallaba descubierta y con una sonrisa dibujada en el rostro. Era una chica atractiva y deliciosa, y en la cama apremiante y apasionante. Me la había presentado un chico del equipo de fútbol y desde entonces, llevábamos un par de semanas saliendo.
Me senté en la cama, apoyado en la fuerza de los brazos durante unos segundos, tratando de espabilarme.
-Buenos días, mi amor -me susurró con aire meloso.
-¿Qué tal la noche? -le pregunté para no hacerle el feo, aunque pocas ganas eran las que sentía de hablar con ella.
-Ay, Al -se apoyó en el codo y me dejó un rastro suave de caricias en el pecho. Te extrañaba tanto...fue increíble...nunca dejas de sorprenderme.
Me levanté a darme una ducha, en verdad apestaba. Al terminar me coloqué la camisa, el reloj, y el apretado pantalón del uniforme, y también me arreglé un poco el cabello. Morgan seguía donde mismo.
-¿Vas a quedarte ahí el día entero?
-No, por supuesto que no, hoy tengo entrenamiento con las chicas, y exámen de literatura ¡cómo olvidarlo! -me dijo-. Sólo quería verte un rato más.
Sonreí de lado. Era igual que todas.
-Vamos, vístete, que te llevo a tu casa.
-¿Esperarás por mí, amor? -chilló emocionada.
-Sí -le contesté echándome un último vistazo en el espejo-. Mientras no te tardes mucho.
-Jamás te haría esperar, mi amor.
Bajé por las escaleras y desayuné lo primero que vi en la gran mesa. Ni siquiera me tomé las molestias de saludar a nadie de la familia pues los niños detestaban a cualquier novia mía. A madre, a tío, a Ángelo, a Enzo, y a Valentino, los cubría un velo de indiferencia, pero evidentemente la chica no era de su agrado. Padre aún no la había conocido, y tampoco esperaba que lo hiciera.
Tom se apareció a mis espaldas y me dejó caer su mano en el hombro.
-Buen día, Morgan -la saludó Tom y ella le sonrío-. Sandro -se volvió hacia mí-. El tío nos quiere ver.
-Más tarde -contesté cortante-. Tengo que dejar a Morgan en su casa.
-No es bueno hacer esperar al tío -me advirtió-. Y mucho menos por asuntos de mujeres.
-Tienes razón -admití-. Morgan, esperáme en el salón. No voy a tardar mucho.
Sentado al pie de una vieja ventana se hallaba aquel gran hombre. Fumaba buen tabaco de pipa en silencio, muy quieto, ensimismado. Si bien la mañana era fresca y el viento soplaba cálido desde el sur un fuego brillante ardía en el estudio y le caía sobre las arrugas del grave y profundo rostro. Llevaba tiempo sin verlo, su pelo era como la nieve, y las cejas estaban más alargadas quizá, y la cara más marcada por el pasar de los años y la experiencia.
Todos en aquella enorme y suntuosa casa sabían que la atención de padre no huía de mí a pesar de ser el cuarto de sus hijos, y el único en la familia que no se había dejado guiar por él. Era su favorito porque según él había heredado su fuerza, y su inteligencia, y su modo de actuar innato que granjeaba respeto en los hombres. Por tanto me convertiría en el heredero de los negocios familiares cuando sus días tornasen a su fin. Os confieso que hubo un tiempo que las cosas fueron diferentes, fue durante los primeros años de mi adolescencia que padre dudó de mi masculinidad, y se esforzó por hacerme cambiar de parecer. Se convirtió en portador de grandes regalos y de hermosas chicas, también se hizo muy cercano a mí, y me incluía en cada uno de sus asuntos. Afortunadamente, sus inquietudes desaparecieron cuando cumplí la edad de catorce años.
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Ojos Embriagadores
Novela Juvenil(Amor de Chicos) ¿Cuánto tiempo puede durar el más infame de los sueños? ¿Por qué caemos fácilmente bajo el encanto de una sonrisa, la ternura de las caricias y el calor de los besos? Ardah Wells es un muchacho que ha prometido no involucrarse profu...