CAPÍTULO 6

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No puedo pensar. Nuestras bocas ansiosas chocan con pasión una y otra vez al tiempo que contengo la respiración. Siento que el corazón se me va a salir del pecho. El señor Puzo me sujeta por la cintura con una mano y con la otra me sostiene la nuca, apretándome contra sus carnosos labios. Tengo los brazos alrededor de su cuello y puedo notar cómo el deseo recorre cada centímetro de mi cuerpo, haciéndome estremecer.

De repente, Vittorio me libera, como si quemase. Se aleja un par de pasos. Me acuerdo de aquel episodio tan íntimo, cuando estuve practicando con él las artes de seducción que Alicia me había enseñado. Tuvo la misma reacción de huida.

- Le ruego me disculpe.- me dice tratando de recuperar la compostura, mientras se lleva una mano a los labios y la otra la aprieta fuertemente.- No era mi intención que...

- Deja de hablar.- le interrumpo mientras le agarro de la corbata y lo acerco de nuevo.- Y bésame.

Tras una fracción de segundo de sorpresa, su comportamiento es como si se hubiese derribado un muro invisible que contenía todo su deseo: me estrecha entre sus fuertes brazos hasta casi dejarme sin respiración, mientras hunde su boca en la mía en un beso tan profundo que provoca que mi ropa interior comience a humedecerse.

Nuestros labios parecen incapaces de separarse, unidos por lenguas ávidas e inquietas. Mis manos acarician su espalda y noto sus músculos en tensión a través de la fina tela de la camisa. Su boca, húmeda y caliente, comienza a deslizarse por mi mandíbula y el cuello, haciéndome gemir de deseo. Baja sus manos por las caderas, apretando los muslos y alzando mi falda a continuación. Me agarra de los glúteos, levantándome sin demasiado esfuerzo y besando la parte superior de mis pechos.

Instintivamente, pongo las piernas a su alrededor y me apoyo sobre su cadera, notando su miembro duro y palpitante debajo de las nalgas. Echo la cabeza hacia atrás cuando hunde su cara entre mis senos para permitirle un mayor acceso.

Sosteniéndome en brazos, avanza hasta que me apoya sobre la mesa de billar. Se reclina sobre mí violentamente buscando mi boca y sin querer golpeo las bolas que se encuentran sobre el tapete, haciendo que algunas caigan al suelo con estrépito. Ninguno les prestamos atención, al tiempo que le muerdo el labio inferior y le empiezo a desabrochar la camisa.

La excitación me hace estar ansiosa y torpe, por lo que me cuesta desabrocharla. Finalmente, la impaciencia me puede y doy un tirón, arrancando varios botones que salen despedidos en todas direcciones. No solo no parece molesto, sino que en su cara se dibuja una sonrisa y su respiración se torna aún más rápida, al tiempo que se inclina sobre mí para devorar mis labios.

Justo en ese momento, la puerta se abre con un golpe seco y Nino entra a toda velocidad, con el revolver en la mano.

- ¡Jefe!.- grita.- ¿Que ha sido ese ru...?

Enmudece al instante al ver mis piernas enredadas en la cintura de Vittorio, el cual lleva la camisa medio bajada y le está haciendo un gesto con el brazo para que se marche sin tan siquiera girarse a mirarlo.

- ... perdón.- murmura Nino mientras se retira discretamente, cerrando la puerta de la manera más silenciosa posible.

Ninguno de los dos parecemos perturbados por la interrupción del matón. Estamos demasiado excitados como para que podamos sentirnos incómodos. Su lengua, suave y exigente, busca la mía con sediento deseo.

Noto como una de sus manos se desliza por mi hombro y deja caer el tirante de mi vestido y de la ropa interior exponiendo mi pecho, pequeño pero firme y lleno. Lo cubre con su mano y comienza a acariciarla con entusiasmo, pasando a pellizcar delicadamente el pezón, duro y rosado. Su boca abandona la mía y pasa a realizar la tarea que antes ocupaba su mano, lamiéndolo y jugueteando con él, mientras aprieta el otro pecho casi al punto de hacerme sentir dolor, provocando que la humedad de mi sexo traspase la ropa interior y deje una ligera marca en la zona de sus caderas donde estoy apoyada.

EL ATRIL 1: MAFIADonde viven las historias. Descúbrelo ahora