CAPÍTULO 3

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Los días pasan con tediosa lentitud. Vittorio no se ha involucrado aún en el tema de la sucesión de Francesco pero está constantemente informado por sus hombres de las idas y venidas de estos. Pasa la mayor parte del tiempo fuera de la casa o en su despacho.

Mientras tanto yo he recibido alguna visita de Alicia, que me trae revistas de moda, maquillaje y regalos varios. Es una mujer encantadora y dulce que parece haberme tomado mucho cariño. Si no fuese por ella no tendría a nadie con quien hablar. Añoro mis meses en el Gotham Times, con mis amigos y compañeros. Me pregunto qué estarán haciendo y si ellos también me extrañan...

El verano ha ido avanzando día a día y los ventiladores están encendidos de manera permanente. Parece que hay una ola de calor en Estados Unidos y estoy todo el día metida en la ducha.

- Señorita Colvin.- me llama Marcelo cuando salgo de mi habitación tras una de esas duchas.

- Por favor, llámame Elizabeth.- le respondo, amistosa.- Aunque no te vea sé que pasas conmigo la mayor parte del día. Creo que podemos tutearnos.

- Como prefieras.- asiente.- El jefe ha indicado que, si te apetece, hoy puedes estar un rato en la piscina, dadas las altas temperaturas.

Mis ojos se iluminan.

- ¿Puedo salir al jardín? .- digo tan ilusionada como una niña pequeña.- ¿Y hay piscina?

- Por supuesto. La... te esperaré aquí mientras te cambias.

Vuelvo a mi habitación casi dando saltos de emoción. Sólo voy al jardín pero después de tantos días en lo que lo más parecido al aire libre que he tenido es el patio interior, estoy emocionada.

Busco en mi armario hasta dar con un bañador. Preferiría usar bikini, pero ahora mismo es lo de menos.

..................

Me miro al espejo y me resulta un poco extraño. Creo recordar que los bañadores de esta época no pueden ser más cortos de ciertas medidas por decencia pública. Aún así lo veo bien, se ajusta a mi cuerpo y es de color azul suave, satinado.

Me cubro con una bata ligera y cojo las gafas de sol, unas sandalias y el libro que estoy leyendo. Me pongo un pañuelo en el pelo y agarro una de las toallas. En el armario del baño veo que hay un bote de crema. No creo que tenga mucha protección pero sin duda será mejor que no echarse nada, así que me lo llevo conmigo.

Giro sobre mí misma de la emoción. ¡Aire fresco y piscina!

Sé que es ridículo, pero no puedo evitar tomar una gran bocanada de aire nada más salir. Extiendo los brazos y dejo que los rayos del sol, aún suaves, me cubran totalmente.

- Ay, Marcelo, muchísimas gracias.- le digo, mientras pongo la toalla en la tumbona.- No quiero parecer desagradecida, porque todos me han tratado con muchísima amabilidad y sé que es por mi seguridad, pero me moría por salir un poco, aunque sólo sea aquí.

- Es comprensible.- asiente Marcelo.- Disfruta del baño.

Se retira a un rincón sombreado y permanece ahí de pie, igual de amenazante que siempre.

Me acerco al agua y la toco con la mano. Está fresca e invita a sumergirse en ella.

Me quito la bata, las gafas y el pañuelo y me zambullo en la piscina. El contraste de temperatura me despierta todos los sentidos y me siento feliz al moverme por el agua.

Tras un buen rato nadando, salgo y me seco con cuidado el pelo antes de volver a ponerme el pañuelo. Me acomodo en la tumbona y levanto el rostro hacia el sol, para notar su calor un poco más. Siempre me ha gustado esa sensación.

EL ATRIL 1: MAFIADonde viven las historias. Descúbrelo ahora