AMOR COMO EL NUESTRO

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EPÍLOGO.

Candy salió de su casa desesperada corriendo apresuradamente casi como si la fueran persiguiendo hasta el elevador. Ya no era la misma mujer que había sostenido entre sus brazos, pero por mucho que fuera el resentimiento de Candy , Terry tenia derecho a saber toda la verdad, Tenía que decirle, pero no en ese lugar. La única manera que podría hacerlo, era frente a su hija, aunque sería doloroso, era dolorosamente necesario.

Terry la vio salir sin decir una palabra, sin tratar de detenerla, sin seguirla, su mirada la siguió hasta que las puertas se cerraron. Sacó su celular y marcó a su chofer, el hombre contestó el teléfono al momento.

—Señor GrandChester.

—La señorita va saliendo, ordena a alguien que la siga… No, hazlo tú e infórmame a dónde va. Volvió a su oficina en un taxi, la oficina quedaba muy cerca de donde vivía Candy, Terry intentó concentrarse en el trabajo, pero todos sus pensamientos lo llevaban a Candy. Media hora después aventó el bolígrafo de mala gana, dándose por vencido. No podría trabajar hasta que ella no cediera y escuchara lo que él tenía que decirle. En ese momento le entró una llamada de su chofer

—Señor GrandChester.

—¿Dónde está?

—En un cementerio a las afueras de La ciudad.

—¿Un cementerio? ¿Qué demonios hace ahí?

—No lo sé, señor, pero lleva cerca de diez minutos sentada frente a una lápida. Puedo verla desde donde estoy ubicado. ¿Quiere que haga algo?

—No, mándame la ubicación y espera hasta que yo llegue, saldré enseguida. Terry condujo hasta la ubicación que su chofer le había enviado, sabía que había pasado el límite de velocidad y también había cometido más de una infracción, en su cabeza solo podía pensar en las últimas palabras de Candy y en por qué ella estaría en un cementerio. Después de treinta minutos dejo aún lado los pensamientos en cuanto vio a su chofer sentado dentro del vehículo, se bajó de su automóvil. Caminó para acercarse al hombre, no había terminado de llegar cuando este señaló a Candy a la distancia.

—No se ha movido de ahí desde que llegó.

—Espérame aquí. —Se dirigió al chofer de un taxi que esperaba a Candy.

—Puede irse yo llevaré a la señorita a casa. Caminó lento hasta la entrada del cementerio y luego dirigió sus pasos hacia donde ella estaba. El lugar estaba rodeado de lápidas en su mayoría los cubrían ángeles y sobre estas había pequeños juguetes y figuras infantiles, estaba en un área de niños. Cada vez estaba más cerca de Candy, cada vez más sentía una profunda tristeza, La figura de ella sentada de espaldas a él, a medida que se acercaba podía escuchar su voz melancólica mientras cantaba una canción. Se detuvo al llegar detrás de ella. Candy tenía un libro entre las manos. Ella pudo sentir su presencia pero no se giró. Sabía que él iba a seguirla. Terry, vio que la lápida donde Candy cantaba estaba rodeada de pensamientos y nomeolvides, todas de color rosa y amarillas. Antes de fijarse en el nombre que estaba escrito en la piedra.

Melany White

Querida hija,

ya estabas lista para volar,

pero mi corazón nunca estuvo listo para verte partir.

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