La Inquilina

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Una cálida noche de verano decidí hacerle una bienvenida a mi nueva inquilina, una estudiante universitaria, sería un mentiroso si digo que su cuerpo no me llamo la atención, un busto promedio, estatura pequeña, una sonrisa inocente y unos labios que cualquiera envidiaría.

Ella llegó, junto con montones de maletas, diablos, cualquiera creería que se quedaría para siempre en la ciudad, antes de que firmasemos el contrato le di solo un par de instrucciones, nada de fiestas ni revisar el sótano, lo cual mencioné mas de una vez, no me gusta ocultar cosas, pero esto, no creo que sea apto para una niña.

Los días transcurren sin mucho que decir, hasta que una noche despierto cerca de las 2 de la madrugada y escucho suaves quejidos desde la habitacion de la menor, camino sigilosamente hacia aquella puerta, mientras el sonido se hace mas claro y son...¿Gemidos?, abro suavemente y la veo, tocandose lentamente mientras tiene los ojos vendados, dirijo mi vista hacia su entrepierna, la cual estaría muy humeda, tras reconocer esa venda, logro ver las llaves de la puerta del sótano, solo niego con la cabeza, me acerco a ella cuidadosamente y le pongo una mano en el cuello, haciendo que ella suelte un sonoro gemido.

Me arrodillo y la miro de arriba a abajo —No debiste revisar lo que había abajo— susurro suavemente, y siento como se toca un poco mas rápido tras escuchar esto, paso suavemente mi mano libre por su cuerpo, tras llegar a su entrepierna la  mano de la menor me dirige directamente hacia su vagina, mientras se muerde el labio inferior, deslizo suavemente mis dedos por su pelvis, ella arquea la espalda —Daddy, tocame más— comienza a decir repetidas veces entre suaves jadeos y gemidos, por lo que aumento la velocidad de mi manoseo, sus liquidos solo me facilitan el trabajo, se retuerce suavemente cada vez que siente mis dedos por su clitoris.

Hago que se levante y me siga hasta el sótano, alli, la pongo contra un poste —Sabía que tras esa sonrisa inocente se encontraba una zorra— susurro a su oído tras atarla de manos y que ella misma se pusiera en posicion para que la penetrarla, mi voz hace que ella suelte muchos gemidos, mi miembro muy erecto por fin sale a la luz, y la abro un poco mas de piernas.

Froto lentamente mi pene contra ella, pero arquea la espalda tanto que decido tomarla de las caderas y embestirla con fuerza, —Daddy, más, más— dice sin parar mientras mi miembro pemetra sus paredes vaginales rapidamente.

Se comienza a retorcer de nuevo y esta vez saco mi miembro, me arrodillo y le lamo suavemente el clitoris, ella se mueve junto con mi lengua, aumentando la sensacion y a la vez la intensidad de sus gemidos, le agarro las piernas, mi lengua rodea con gran intensidad el clitoris de la menor mientras meto mis dedos haciendo una suave presion en sus paredes vaginales, jamas olvidare la manera en la que se corrio en mi boca, y el como paso de ser mi inquilina a ser mi amante de noche desde aquel día.

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