El conjunto de vivencias colorean tu corazón hasta alcanzar una gama determinada, el cual, definirá todos tus pensamientos, sentimientos y preferencias. Para poder comprender el color, debemos entender de dónde proviene.
¿Qué es lo que reside en el...
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Alice Nakiri una hermosa chica de cabellos blancos y ojos rojos, siempre vistiendo los mejores vestidos de ceda que pudiese encontrar, sin embargo la felicidad no se obtiene por simplemente desearla. Ella era priosionera de los lujos de la corte, de los vestidos de telas extremadamente exuberante y las joyas hechas de gemas que adornaban su cuerpo, una felicidad construida para la princesa de Totsuki del Norte, tal vez fue eso la que la convirtió en víctima de aquel secuestro planeado por los vándalos.
Ryo Kurokiba jefe del clan bárbaro del sur, siempre buscando peleas y riquezas. Sus cabellos negros azabache siempre despeinados demostrando quien era el que mandaba, aquellos ojos rojos color carmesí pensantes de sangre y sufrimiento. Aquel hombre tenía todo lo que el ser humano pudiese carecer, sin embargo a pesar de su mal carácter y ese olor a muerte y desastres que siempre llevaba era respetado por las personas de su clan. Siempre buscaba lo mejor para ellos, su alma era tan libre que no conocía límites entre lo que anhelaba y lo que no.
—Jefe, Jefe. Ella despertó. —El pelinegro miró a la chica quién profundamente dormía en su cama, aquellos ojos colores rojizos se toparon en un mar de emociones halladas.
—¿Dónde estoy? ¿Quiénes son ustedes? —La chica se veía asustada, obviamente después de todo lo último que recordaba era que alguien había entrado a su dormitorio y la había drogado.
—Tranquilízate niña, no te haremos daño a menos que me cabrees. —El pelinegro alzó su hacha del suelo acercándose un poco más a la chica, ella temblaba sosteniendo entre sus dedos las sábanas cocidas por aquellas personas.
—Por favor no me hagas daño, si es dinero lo que quieres puedes pedírselo a mi papá o a mi abuelo, incluso mi tía te lo dará así que por favor no me hagas daño. —Ella se cubrió con aquello la princesa estando en un grupo bárbaro, los peores rufianes donde pudo haber caído.
—No quiero tu dinero niña tonta, te rescatamos de un grupo de estúpidos que atacó nuestra aldea el otro día, no estoy interesado en el reino. —La chica sintió algo de paz ante las palabras de aquel hombre, él dejó su hacha en el suelo entregándole unas ropas para que se cambiará.
—Le dije a Tadoroko que preparara algo de agua para ti, ponte esa ropa cuando termines. —La peliblanca miró al jefe de aquel grupo, a pesar que había hablado rudo era bastante clamado en el tono.
Ella no quería molestarlo así que simplemente se dedicó a hacer lo que aquel chico le decía, debía agradecerle por haberla salvado. Él solo salió de la habitación dirigiéndose con sus guerreros, aquellos que él mismo había entrenado y que ahora les tocaría unos días complicados. Ryo era la clase de jefes que no toleraba la indisciplina, castigaba cualquier falta de respeto pero sabía perdonar cuando las condiciones se establecían, sin embargo había una cosa que él no perdonaba y era a los caballeros, eran simplemente tan apuestos, perfectos e inservibles cuando tomaban rehenes, por eso habían secuestrado a aquella princesita y eso era una cosa que a Ryo le molestaba se había metido en los asuntos del reino.
