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Algo que me gusta hacer cuando viajo en avión es leer algún libro o tipo de revista con mis auriculares puesto a un volumen no recomendable, la razón es simple, las personas (la mayoría) suelen ser algo tediosas cuando viajan por primera vez en avión, se alteran, no respetan las normas, y si llevan niños es más insoportable, y esto hace que mi paciencia se agote.

Pero hoy no puedo hacerlo, Sam se ha enganchado a mi brazo como un niño aterrado desde que subimos al avión, su abuela está más tranquila y relajada que él en estos momentos, cada vez que siente "que el avión se va a caer" (así lo dice él) aprieta fuertemente y sin misericordia mi flacucho brazo. Podría simplemente ignorarlo o intercambiar de puesto con Lucía pero ella no aceptaría ya que se lo ofrecí y dijo "primero me tiro de este avión sin paracaídas antes de tener que sentarme con él". Y ya intenté ignorarlo pero fue peor.

—Cierra la cortina— Sam pica por sexta vez mi hombro.

—¿Por qué? La vista es hermosa— susurro.

—Te vas a marear, y luego a vomitar.— explica.

—Eso no es cierto.

—Claro que sí, lo leí en un artículo del periódico.

—Creo que eso solo pasa cuando viajas en autobús y a una velocidad muy alta.

—¿Y eso qué? Es casi lo mismo— rueda los ojos.

Sin ganas de discutir, cierro la cortina  despacio, Sam sigue mis movimientos con su mirada algo que me incomoda un poco.

—Pensé que eras un tipo rudo.

—Lo soy.

—Claro y yo tengo la inmortalidad de la reina isabel.— Digo con cierta falsedad.

—Simplemente por tenerle miedo a los aviones no significa que no soy un tipo rudo. ¿Entiendes?— suspira— Y no, es imposible que alguien tenga inmortalidad como la reina Isabel, esa señora está viva desde la época de Adán y Eva.— Sam suelta una pequeña risa y luego frota su mano derecha por su cabello.

—Los tipos rudos no le tienen miedo a nada, mi querido Sam, así que ve bajando de esa nube— Agarro el libro de tapa dura que reposa en mi regazo con mis dedos— Creo que moriremos primero nosotros antes que la reina Isabel.

Intento que esa sea la última frase de la conversación para así poder concentrarme en el libro de tapa carmesí que tengo sobre mis manos, este libro no tiene título y está sellado con un listón negro hecho de cinta de terciopelo, recuerdo que el libro me lo robé de la extensa biblioteca casera que tenía mi abuela en su casa, ella amaba mucho la literatura y cuándo se mudó a Londres su sueño siempre fue tener su propia biblioteca, rellena con sus libros favoritos o los clásicos antiguos. Jamás se dió cuenta que me lo llevé, a pesar de eso luego de llevármelo a casa no lo leí, tenía el presentimiento de que ella se daría cuenta que faltaba y me lo pediría, entonces lo guardé para devolvérselo intacto. ¿Valió la pena? Joder claro que no.

Es el único libro que tengo de su propiedad así que fue una de las primeras cosas que guardé en mi maleta.

Para mi mala suerte cuando mis dedos rozan el listón negro, desenredando el lazo con delicadeza, Sam coloca su pesada mano sobre mis dedos, impidiendo que termine de desenvolver el listón.

—¿Enserio? ¿Te vas a poner a leer en mi cara?— lo miro confundida, él quita su mano de mis dedos, y luego sin previo aviso me quita rápidamente el libro, no protesto ya que no quiero que los pasajeros se sientan incómodos o que venga la azafata a pedir que nos "calmemos".

—Pues eso tenía en mente. Vamos a estar una hora sentados aquí ¿Qué se supone que debamos hacer?

—Por eso mismo, mientras tú vas a estar leyendo, yo— Sam se apunta con su dedo índice— voy a estar aquí, mirando hacia los lados. Se supone que me senté contigo para no aburrirme.

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⏰ Última actualización: Jan 15, 2022 ⏰

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