Capítulo 7.
- ¿Qué pasa? le preguntó Laura a Álex asustada.
- Bueno, sólo quería decirte que te olvides de mí, que no quiero que te entusiasmes conmigo, sólo me conoces desde hace un día. Y creo que ya no me conocerás más. Lo siento.
Y seguidamente, colgó.
Laura no lo entendía. ¿Qué querría decir con "ya no me conocerás más"? ¿Y por qué lo sentía? ¿Y por qué tendría que olvidarse de él?
Esas eran algunas preguntas que rondaban por la cabeza de la chica.
Ella le llamó, pero él no lo cogía. No podía hacer mucho, ya que no sabía nada de él, de momento, sólo sabía su nombre.
Era tarde, así que decidió irse a dormir. Pero no pudo, quería descifrar aquellas palabras, quería saber a que se refería Álex.
Se pasó la noche en vela, dándole vueltas a la cabeza sobre el tema. Se le ocurrieron cosas como: "se cambiará de instituto, o de ciudad, y no querrá decírmelo para no hacerme daño."
Pero algo le desató de sus pensamientos. Era el despertador. Ya era por la mañana. No había dormido nada, aunque casi nunca lo hacía. Se levantó, se vistió y salió de casa.
Aún le quedaban esperanzas, así que al bajar, permaneció en la puerta esperando la llegada de Álex. Pero él no venía, así que Laura se volvió a ir al instituto sola.
Al llegar, le buscó, pero seguía sin aparecer.
Y como siempre, los niños de su clase, metiéndose con ella. Laura ya no podía más, así que le pegó a uno un puñetazo en toda la cara. El chico empezó a sangrar, y cada vez más.
"ESTÁ LOCA, QUE LA ENCIERREN", gritó aturdido aún por el golpe.
Una profesora se acercó corriendo, y se llevó al niño de allí. Ella le preguntó:
- ¿Qué te ha pasado? ¿Quién te ha echo eso?
A lo que el chico respondió con picardía:
- Laura, vino de repente, y me pegó un puñetazo, yo no le hice nada.
Y lloró falsamente para captar la atención de la profesora.
Mientras tanto, en clase, todos miraban a Laura con cara de asco y de miedo al mismo tiempo, y se alejaron de ella más de lo que ya estaban. Pero ellos seguían avasallándole a comentarios ofensivos y críticas. "LOCA, LOCA", "VETE AL PSIQUIATRA, ZORRA", gritaban todos a la vez.
De repente, apareció en la clase, el director del instituto, que sacó a Laura de allí medio a rastras. Se la llevó a la sala de los castigados, y fue a llamar a sus padres:
- ¿Quién es?
- Hola, señora, ¿es usted la madre de Laura Ferrer?
- Sí, soy yo, ¿qué pasa?
- Su hija ha agredido a un alumno, y sin motivos, deberemos expulsarla una semana del centro, por el bien de todos.
- ¿Qué ha hecho qué? Ya verá cuando llegue a casa. Disculpe. Lo siento por el niño. Mi hija no sabe lo que hace, vamos a llevarla a un psicólogo.
- De acuerdo, si le interesa, puede acudir también al orientador del instituto, le ayudará. De todos modos, hasta otro día, pase una buena mañana.
Al terminar la conversación, se levantó de la silla y fue directo a la sala de castigados para darle a Laura el veredicto:
- Sal de aquí, le dijo con un tono amenazador. Vete a tu casa, estás expulsada una semana del instituto.
A la chica le pareció bien, así no vería a sus compañeros durante una semana, así que se marchó de allí corriendo.
No quería ir a casa, porque se imaginaba que sus padres se habrían enterado de su expulsión, así que decidió quedarse en la calle y llamar a Álex.
Marcó su número y descolgó, pero saltó una voz que dijo: "el teléfono al que ha llamado no existe."
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En un mar de mentiras.
Teen FictionLaura tenía dieciséis años, o como ella decía, dieciséis llantos. Era una chica a la que parecía que le gustaba estar sola, siempre lo estaba, le hacía sentir viva o algo así. En el instituto siempre le criticaban por eso, y por otras tantas cosas c...