Un niño muy extraño.

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Capítulo 4.

Cuando Laura llegó a casa, se encontró a sus padres discutiendo. Era algo normal para ella. Algo que se repite todos los días. Se odian, pero se aman. O eso creía ella. Su padre siempre ha sido una persona simpática y con un gran corazón, pero con el paso del tiempo, cambió. No sé ni porqué ni cómo, solo sé que lo hizo. No era el de antes. Ni nunca lo volverá a ser. No era la persona que al caerse, le levantaba. No era la persona a la cual le contaba sus problemas. No era la persona con la que pasar la tarde divirtiéndose y haciéndole reír. Ya no era esa persona. Ahora era otra persona totalmente diferente. Una persona odiosa. No mostraba aprecio a ningún miembro de su familia. Ella no sabía que le pasaba, pero lo querría saber. Les pegaba. Les insultaba. Les trataba como si no las conociera. Y eso dolía, y yo lo sé de primera mano. Duele. Duele que las personas a las que quieres no muestren interés por ti.

Laura se sentía cada día más perdida, cada vez se hundía más, cada vez sus lágrimas eran más intensas, sus cortes más profundos...

No sabía que hacer. Estaba totalmente sola. Se puso a escuchar música, ya que cuando estaba triste, era lo único que la ayudaba. Miró por la ventana. Desde allí divisó a tres niñas pequeñas jugando y divirtiéndose. Ella se acordó de aquella época. En aquel tiempo era feliz, no tenía preocupaciones, todo era más fácil. Todos esos recuerdos, duelen. Ya nunca podría ser como en aquel tiempo. De repente, vio al chico que le recogió los libros, al chico que aparecía y desaparecía, que venía de la nada. Salió de casa corriendo, quería saber algo de él y darle las gracias al menos.

Se acercó, pero el echó a correr, ella le siguió, pero le volvió a perder. Ella se sentía fustrada, nunca podría saber lo que ocultaba aquel chico. Invadida por la tristeza, se sentó en la orilla de un río, y no pensó otra cosa que en llorar. Llorar hasta no poder más. Desahogarse. Apartarse del mundo por tan solo unos instantes. Pero alguien le tocó el hombro y le dijo:

- Eh, tranquila. No llores. Todo estará bien.

Laura se giró, era aquel chico.

Él se sentó a su lado, y sin decir ni una palabra, la abrazó.

Pero la chica sintió algo. Algo que no había sentido nunca. Sintió un calor en aquel abrazo. Un calor de confianza. Estaba enamorada.

En un mar de mentiras.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora