Empezó la guerra

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tercer capitulo

Narrador universal

—Marizza vos enloqueciste— dijo su padre, acercándose a ellos —¿Qué haces con estos chicos?

—Los hermanos sean unidos, esa es la ley primera— sonrió con falsedad

—¿De qué hablas?— frunció el ceño

—Estos son los hijos de la mujer con la que te acostas— se cruzo de brazos —Ahora somos hermanitos ¿no chicos?—

Ninguno de los Bustamante contestó, solo miraban con odio al padre de Marizza, el hombre que, según ellos, había destrozado a su familia.

—Por favor hija, todo esto es un gran error—

—Ni siquiera saluda, igual de maleducado que su hija— resopló Pablo —Con razón está tan mal de la cabeza, con un padre así...—

—Cállate si no queres perder todo el pelito que tenes— sonrió con falsedad la colorada

—La única que va a quedar pelada acá sos vos gusana— amenazó Mía

—Ay Pablito ¿tu hermanita te tiene que defender siempre? es patético—

—Marizza, Manuel, se van los dos adentro, después hablamos— ordenó —Ustedes dos también, esto es un tema de adultos, y no tienen que discutir entre ustedes—

—Ay que lindo ¿ya estamos jugando a la familia Ingalls? yo justo le decía a Manuel que siempre quise tener hermanitos, hasta lastima me dan de lo tontitos que son—

—Marizza, no le sigas echando leña al fuego— suplicó su amigo

Luego de eso no se vieron en toda la tarde, evitaron salir a la calle nuevamente, ninguno tenía ánimos para pelear.

(...)

Era de noche y la pelirroja se encontraba en su habitación luego de un largo , estaba semidesnuda, buscando una crema corporal antes de cambiarse, llevaba puesto un conjunto de ropa interior negro.

Encontró el envase de crema al lado del gran ventanal que había en su habitación, el cual daba a un pequeño balcón, sus cortinas estaban abiertas, pero no le prestó atención ya que se acostumbró a que en la ventana de enfrente nunca había nadie... hasta esa noche.

—Que gran bienvenida, vecinita— dijo Pablo, quien estaba sentado en su ventana tocando la guitarra, ella no pudo evitar gritar —No grites loca, no te hice nada... ¿qué pasa? ¿me tenes miedo acaso?—

—No es eso, es solo que no estoy acostumbrada a que haya pajeros por el vecindario—

—¿Pajero?— rió —Yo solo estaba tocando la guitarra, vos sos la que me desfila desnuda frente a la ventana de mi habitación—

—No sabía que era tu habitación, además, no estoy desnuda— aclaró —¿Qué pasa, Pablito? ¿Nunca viste una chica desnuda? digo, porque no me sacas los ojos de encima—

—¿Lo haces a propósito?— frunció el ceño —No sos mi tipo, Marizza—

—Ni vos el mío, Pablin— sonrió con falsedad —Se que te morís por cruzar a mi balcón y sacarme lo poquito que me queda— dijo seductora 

Ella caminó un poquito más, acercándose a la punta del balcón, quedando a solo un par de metros de distancia de él.

Él por un instante olvido quien era ella y se dejó llevar por lo que veía, la tela de encaje negro quedaba perfecto en el cuerpo de la pelirroja. 

Complicado(s)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora