Capítulo Uno

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Es bien sabido que la vida no siempre es tan buena como la cuentan muchos. Aquel mundo perfecto donde todos son felices sin límites es más que una fachada, el mundo era un lugar desastroso y no sólo por el egoísmo, el odio y la maldad de algunos humanos, sino también por las criaturas mitológicas y de fantasía que allí habitan, a escondidas del ojo humano, pero con la mayoría haciendo fechorías e involucrándose en la vida de las personas sin que ellos lo sepan.

Tantas criaturas y bestias que no se creían reales en aquellas épocas podían encontrarse en cualquier parte del mundo, conviviendo junto a los humanos sin que estos lo sepan, sobreviviendo en un mundo donde no todos tenían la fortuna de no saber sobre la existencia de estos seres, en donde sí que existen excepciones condenadas a ver con sus propios ojos aquellas criaturas.

Pero a pesar de todo, hay seres que no les importa asesinar o aterrorizar humanos, seres que simplemente desean seguir el curso de sus vidas tal y como están, siendo felices con lo que tienen sin importar que repugnante pueda llegar a ser el mundo algunas veces. Sin embargo, la vida no puede ser perfecta, no hay un final feliz asegurado para todos, el destino lo decidiría en base a las decisiones que tomes y eso Sapnap lo supo muy tarde.

Si tan sólo sus decisiones hubieran sido diferentes... Quizás el final hubiera sido otro.

Descansó tranquilamente a un lado del lago, escuchando la relajante cascada de fondo al igual que el sonido leve de un chapoteo. Aquello era una rutina para el pelinegro de ojos azules, tomar una corta siesta al lado de aquel lago mientras usaba su forma animal, luciendo tan dócil y amistoso que cualquiera querría acercarse a acariciar su pelaje oscuro sin conocer las consecuencias que provocaría aquella simple acción amistosa.

Los ojos azules de aquel canino se fijaron en la figura que tomaba un baño en aquel lago, de piel blanquecina y parecida a la porcelana, tan perfecta como envidiable, con ligeras curvas en ese delgado cuerpo tan hermoso para los ojos de cualquiera.

Su apariencia se asemejaba a la humana, pero aquellas orejas puntiagudas que sobresalían de su cabello castaño empapado eran la prueba suficiente para saber que era una especie diferente a la raza humana. Un elfo de maravillosa belleza, con aquellas gotas de agua corriendo por su cuerpo impoluto, siendo afortunadas de poder ser capaces de tocar aquella piel deseada por cualquiera, incluso por el hombre lobo que descansaba a la orilla del lago.

Sin embargo, aquel ser amante de la naturaleza era de las criaturas más puras de aquel bosque, un elfo que a pesar de poseer un poder hipnótico por el sonido de su flauta, lo único que buscaba era proteger de los impuros aquella biblioteca mágica que se hallaba cercana a la cascada. La idea de hacerle pecar era tentadora pero a su vez le hacía sentir culpable y por esa razón jamás llegó a hacerle nada a ese chico de apariencia joven, pero quien probablemente poseía miles de años y gozaba de la inmortalidad.

Había pasado tres años saliendo con aquel elfo de ojos grises y brillantes, definitivamente de los mejores años de su vida. A sus 19 años Sapnap ya estaba seguro de que deseaba pasar el resto de su vida junto a aquel chico, porque está seguro que se trataba de su pareja predestinada debido a lo bien que se encontraban juntos.

Fue el que trajo la mayoría de colores rojizos a la vida de aquel elfo, quien antes de su llegada toda su visión era fría y aburrida, basada en blancos, negros o amarillos; sin embargo, cuando se vieron por primera vez, el pelinegro se tornó el rojo de su vida y le mostró el color del mundo, revelando que era el alma gemela de aquel chico.

Pero ambos sentían que algo faltaba, el castaño jamás fue capaz de percibir el azul de los ojos de su pareja y el pelinegro podía sentir como si a pesar de tener a su chico, aún había un espacio que continuaba vacío.

Incubus | KarlnapityDonde viven las historias. Descúbrelo ahora