Capítulo Ocho

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Abrió sus ojos azules lentamente, tardando un poco en acostumbrarse a los rayos del sol que se colaban por las hojas de los árboles. Para cuando lo logró, simplemente se mantuvo en el suelo, recordando cada uno de los sucesos de la noche anterior mientras llevaba una mano a su corazón, apretando con fuerza sus ropajes sucios por la tierra mientras el dolor en su pecho se hacía cada vez más insoportable.

Se colocó de pie poco a poco, soltando bajos quejidos para llevar una mano a su cuello y acariciarlo, comenzando a caminar hacia su hogar, siguiendo su olfato mientras su andar demostraba lo perdido que se encontraba en ese momento. El hombre lobo no sabía cómo sentirse justamente, asimilando todos los sucesos anteriormente ocurridos y el cómo los sentimientos en los corazones ajenos eran amargos, llenos de un dolor que empeoraba su estado.

No se encontraba muy lejos de casa, por lo que en cuanto llegó a esta no dudo en adentrarse, recostando su espalda contra la puerta unos segundos, respirando entrecortado. El silencio del lugar le envolvió, tan vació y frío, lleno de una soledad que le hizo sentirse ahogado, o quizás se trataba del recuerdo de la noche anterior, cuando las manos del demonio se hallaron alrededor de su cuello, impidiendo el paso del oxígeno.

Un sollozo tembloroso se escapó de sus labios, el aroma de ambos continuaba impregnado en su cuerpo; sin embargo, este se había tornado tan amargo y desagradable, justo como su relación con aquellos dos.

Sapnap decidió avanzar con cuidado por su hogar, llevando una mano a su cabello suelto y desordenado, tirando sutilmente de este hasta que comenzó a ejercer cada vez más fuerza conforme las lágrimas descendían de sus ojos. A partir de ese momento los recuerdos comenzaron a atormentarlo, todas sus esperanzas e ilusiones fueron lanzados a la basura junto a su cordura y fue entonces que la rabia se apoderó de su cuerpo, gritando con tanta fuerza que su garganta dolió, importándole poco el hecho de destruir sus cuerdas vocales.

El dolor de su corazón sólo crecía cada vez más y más. Es capaz de sentir la tristeza del elfo como también el sentimiento de rechazo del demonio y es por ello que en ese momento tan sólo anhela el poder arrancar su corazón, maldiciendo el momento en que el destino los juntó tan sólo para sufrir, como si fueran simples marionetas siendo el entretenimiento de Dioses que disfrutan de la desgracia desde lo alto, riendo de ellos.

Los ojos azules cambian a rojos por la rabia y sólo es cuestión de segundos para que los gritos sean acompañados de estruendos fuertes. Los objetos sobre las mesas son empujados al suelo en modo de un arranque de ira, el suelo se llena de escombros que podrían incrustarse en los pies desnudos, y los muebles se hallan ahora fuera de lugar, siendo todo un completo caos. Los espejos son rotos sin remordimiento y unas tijeras yacen ahora en el suelo junto a un pequeño montón de cabello negro.

Para cuando los ojos del hombre lobo vuelven a su estado natural y su ira parece minimizar, cae de rodillas al suelo. Un fuerte dolor le azota y la sensación de que alguien arranca con fuerza y sin piedad algo de su espalda le atemoriza, llevando rápidamente una mano a su corazón.

Alex... — el nombre se escapa de sus labios sin siquiera pensarlo, culpando entonces aquella parte de sí que continua aferrándose a ellos para luego negar, abrazándose a sí mismo una vez se encuentra acostado en el frío y sucio suelo, sin importarle que algún cristal este allí.

Su vida se ha desmoronado, ya nada parece tener sentido para él.

Simplemente su mirada permanece perdida en algún punto de la cabaña, sufriendo de ligeros espasmos a raíz del llanto. Se abraza a sí mismo, sintiendo el dolor de su garganta y sabiendo que su cabello habría de ser un desastre, ya no siendo aquel largo que le daba el toque salvaje a su apariencia, ya no siendo lo que alguna vez Karl y Quackity amaron.

Incubus | KarlnapityDonde viven las historias. Descúbrelo ahora