Capítulo Cinco

4.3K 418 515
                                    

Bien George, ¿Entonces sólo coloco las papas en el aceite? — dijo cierto chico de ojos azules cuyo cabello oscuro se encontraba atado, escuchando como una voz medianamente robótica le afirmaba aquello.

Segundos después, el sonido del aceite caliente resonó y el grito del hombre lobo también, provocando una carcajada de parte del humano que hablaba por medio de la llamada.

Si, si, estoy muy bien, no me he quemado, gracias por preocuparte por mi Gogy — dijo en voz alta Sapnap, limpiando sus manos antes de tomar su celular, aun escuchando la risa de parte del castaño — Ya deja de reírte y volvamos al tema principal mientras espero — se quejó, haciendo un pequeño puchero.

Hacía un buen rato ya que se encontraban hablando por llamada. El pelinegro había recurrido a él en busca de una opinión; sin embargo, acabó teniendo hambre y decidió aprovechar para que el humano le explicara cómo hacer aquellas deliciosas papas fritas, siendo más sencillo de lo que pensó.

Entonces... ¿Quackity te besó? — escuchó la voz de su mejor amigo retomando el tema principal, sintiendo sus mejillas arder mientras de su boca se escapaba una afirmación avergonzada — Y tú le seguiste el beso... — una vez más volvió a afirmar, siendo menos audible esta vez — ¿No se supone que eso es bueno?

No lo sé — admitió el hombre lobo, supervisando que todo estuviera bien en la cocina y su aperitivo no fuera a quemarse — Es un demonio...

Creí que ya habías superado el asunto de que es un demonio — Sapnap no es capaz de ver a George, pero por el tono de voz cansado de aquel, puede imaginarlo rodar sus ojos con fastidio, agotado de acabar en el mismo tema de siempre.

Tal vez no.

George suspiró del otro lado de la línea, su amigo era realmente un chico complicado de tratar. El hombre lobo se encargó de sacar sus papas fritas del aceite una vez se aseguró de que estuvieran listas, dejándolas a un lado para que enfriaran un poco mientras tomaba su celular. Se dirigió al sillón de su pequeña sala, en aquella cabaña en la que vive a mitad del bosque, una cabaña que hace años atrás fue abandonada y ahora se convirtió en su hogar.

Ha logrado "civilizarse" un poco gracias a su mejor amigo, tener a un humano que le apoyaba era bastante bueno, puesto que se encargaba de cuidarle y mostrarle todas esas cosas que antes no conocía. Un ejemplo era aquel dichoso dispositivo electrónico que yace contra su oreja en ese momento; el celular fue algo difícil de controlar, incluso llegó a romper algunos por accidente, pero había aprendido a utilizarlo para así poder comunicarse con él y acudir más fácilmente cuando necesitaba de alguna opinión, como en ese momento.

Hace ya un par de días desde el beso que había recibido de parte de aquel demonio de ojos carmesí y desde entonces, no ha vuelto a verlos; sin embargo no se trataba de huir, sino más bien por un problema personal. Ahora estando un poco más cuerdo y teniendo los pies sobre la tierra, podía permitirse el abordar aquel tema con su mejor amigo, sabiendo que quizás podría aclararse de alguna manera.

Yo creo que aún te niegas a él, Sapnap — el de ojos azules suspiró, acomodándose en el sillón para así acostarse a lo largo de este, con su mirada fija en el techo y su corazón palpitando tan rápido — Pero lo amas y no te hará bien estar alejado por mucho tiempo de ellos... ¿Lo sabes, no?

El hombre lobo llevó una mano a su corazón, sintiendo como una parte de sí le decía a gritos que fuera hacia ellos, que simplemente se adentrara al bosque en su forma lobuna y siguiera su olfato. Pero lamentablemente no podía hacer algo así, estaba intentando con todas sus fuerzas contenerse, ignorando el llamado hacia ellos que quería seguir aquella parte de sí mismo.

Incubus | KarlnapityDonde viven las historias. Descúbrelo ahora