Capítulo Tres

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Cuando apenas era un cachorro, Sapnap aprendió que encariñarse de las personas no era realmente un privilegio para él, sino un infierno. Mientras más cariño le tuviera a alguien, más doloroso sería el día en que le viera partir de ese mundo.

Jamás comprendió porque todo lo que amaba siempre se le era arrebatado, pero valoraba mucho a sus amigos, considerándolos realmente como su manada y cuidando de cada uno de ellos sin importar el llegar a tener que entregar su vida por ellos; eran todo lo que tenía y no permitiría que nada les hiciera daño.

Sapnap observó en silencio al demonio que reposaba su espalda en el tronco de aquel árbol, acariciando el cabello castaño del elfo que reposaba su cabeza en sus piernas, con sus ojos cerrados pero estando despierto, conversando con ambos con una dulce y amigable sonrisa surcando sus labios.

Los días pasaban volando, intentó encontrar algún error del demonio que le indicara que todo aquello era una especie de juego para él, pero no encontró nada, y estaba temiendo que realmente los tres sintieran lo mismo por el otro, que los sentimientos fueran correspondidos y Karl decidiera que Quackity se uniera a la relación oficialmente.

Eran tres, jamás había visto en su vida una relación de tres... ¿Cómo se supone que sería todo? Era demasiado confuso para su persona y no se llegó a imaginar que al final acabaría en una situación así.

Ni siquiera eran algo oficial y ya se encontraba pensando en que sucedería si lo fueran.

Suspiró agotado, transformándose en un lobo para más libertad y apoyó su cabeza cerca del elfo, mirándole con aquellos ojitos tiernos que reclamaban recibir un poco de cariño, haciendo un pequeño chillido para llamar su atención, obteniendo la de ambos mayores al instante.

Karl rió con suavidad, abrazando un poco su cuerpo antes de volver a cerrar sus ojos; sin embargo, Quackity si pareció comprender que era lo que buscaba y sin dudarlo dos veces, acercó su mano al pelaje negruzco de aquella bestia.

Sapnap se sobresaltó ligeramente, con intenciones de alejarse puesto que no gustaba que alguien más aparte de Karl o George le tocara, pero el aroma a aquel perfume embriagante del pelinegro de ojos rojizos le invadió, haciéndolo delirar unos segundos con gusto, cerrando sus ojos para así finalmente dejarse acariciar por el demonio, moviendo inconscientemente su cola con algo de alegría, cayendo al cabo de un rato en los brazos de Morfeo inevitablemente ante lo grato del momento.

El demonio lo notó entonces, sonriendo para luego fijar su mirada en el elfo que reposaba en total calma, sumido en los relajantes sonidos de la naturaleza. No detuvo las caricias suaves a Sapnap y habló con aquel tono de voz tranquilo, con un deje de picardía atractiva.

Pienso que sería una buena idea salir los tres juntos algún día de estos — empezó el demonio, atento a cada reacción del elfo, sin dejar pasar aquella pequeña mueca inconforme antes de que revelara sus ojitos grises y los fijara en su persona — ¿Has salido alguna vez de aquí, Karl?

El elfo le miró unos segundos extrañado, acabando finalmente por negar.

Desde que tengo memoria siempre he estado aquí... — murmuró pensativo el chico, intentando recordar la última vez que se alejó de ese lugar, pero sin haber alguna — Sapnap una vez quiso invitarme a conocer la ciudad junto a un humano, pero soy un guardián, no puedo abandonar mi deber — explicó muy brevemente, abrazando un poco más al inmenso lobo que había acomodado encima suya para que descansara mejor.

¿Me estás diciendo que has tenido la oportunidad de salir por un rato de este bosque y no lo has hecho? ¡La ciudad es maravillosa! Tiene muchas cosas interesantes que hacer allí para divertirte — dijo el demonio, moviendo su cola puntiaguda con emoción de tan sólo recordar aquello, sin poder creer que el elfo jamás había llegado a ver algo más allá de aquella zona del bosque.

Incubus | KarlnapityDonde viven las historias. Descúbrelo ahora