Epílogo

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Abrió sus ojos lentamente mientras el sonido de la música vacía y sin vida de su flauta se detenía, quedando en un silencio que a pesar de ser llenado por los sonidos de la naturaleza continuaba siendo doloroso de alguna manera.

Sus ojos grises se fijaron en el cielo por unos cortos segundos, como si estuviera esperando que algo llegará de allí, quizás de alguien que pudiera cambiar su monótona vida; seguidamente llevó su mirada al camino que guiaba el río hacia cierta biblioteca que juró proteger, encontrándose la zona completamente vacía, sin nadie que viniera cerca.

Todo estaba igual, nadie intentaba destruir el bosque o la biblioteca, solo buscaban leer y nadie se interesaba en él; eso era bueno, ¿Cierto?

El elfo de ojos grises simplemente se limitó a negar, volviendo a tocar la flauta y frunciendo ligeramente el ceño, porque a pesar de jamás haber tenido alguna especie de compañía en sus días, se sentía tan solitario y abandonado, y le irritaba el hecho de que su música lo reflejara inconscientemente.

Tenía más de dos mil años haciendo exactamente lo mismo, su vida probablemente fuera aburrida teniendo en cuenta de que no poseía alguna rutina emocionante. Jamás ha salido de aquel pequeño bosque que protege, su día se basaba en tocar la misma melodía de siempre con su flauta para así cuidar de la biblioteca y los paisajes continuaban siendo los mismos, con ese blanco y negro tan típico para él.

Nunca había llegado a sentirse de aquella manera, no llegó a creer que su vida era tan aburrida e irritante hasta una mañana en la que simplemente despertó, con su pecho adolorido y asimilando el hecho de que una pequeña parte de su bosque había sido quemada y no recordaba exactamente por qué o quién lo hizo.

Y aunque la mayoría de incoherencias las acabó por dejar pasar debido a los dolores en su cabeza que le ocasionaba intentarlo, lo que jamás dejó de pensar era en los dos anillos que aún yacen en su mano, juntos, de gemas coloridas que no era capaz de apreciar debido a su condición, carentes de brillo pero con rastros de magia de las hadas.

El simple hecho de intentar recordar el momento en que salió de su bosque para adentrarse en el de las hadas es doloroso. Es como si sus recuerdos hubieran sido bloqueados o encerrados en un cristal mágico, que no importaba cuantas veces lo golpeara jamás llegaría a romperse y por tanto, jamás sabría qué era lo que había sucedido.

Y aunque los anillos le hagan saber que algo habrá de haber pasado, no se aventura a ir a por respuestas; algo le dice que es mejor no hacerlo.

Sin embargo, aquellas gemas preciosas se mantienen en su dedo, sin importar el instrumento que toca, no retira las joyas de sus manos, porque sabe cuál es el significado de estas, porque sabe que se encuentra ligado y no solamente a una persona, sino a dos y aunque no las recuerda, conserva los anillos con cariño, con la esperanza de en un futuro encontrarse de nuevo con ellas y aclarar sus recuerdos.

Alejó su tristeza por unos momentos al sentir como algo suave era depositado sutilmente en su cabello, deteniendo su música para así fijar entonces su mirada en aquellos lindos pajarillos que crearon una hermosa corona de flores para él.

Agradeció con un pequeño asentimiento a los pequeños animalitos, que respondieron con su lindo piar y se alejaron dirigiéndose a su nido. Su conexión con el bosque algunas veces solía afectar a los animales de la zona, no era algo que quisiera, no deseaba hacerlos sentir decaídos por su culpa, pero no lo podía evitar y los animalitos lo tenían en cuenta, por lo que algunas veces intentaban subir sus ánimos.

Aunque llega a funcionar, sólo es por unos momentos.

Da una pequeña sonrisa, sintiendo la dulce fragancia de las flores en su cabeza, volviendo a tocar la flauta está vez estando más tranquilo y más concentrado en ello. Su corazón late suavemente, pero aún se siente vacío y aunque es soportable, no es gustoso.

Incubus | KarlnapityDonde viven las historias. Descúbrelo ahora