16

384 61 6
                                    

Las próximas semanas Minho y él continuaron con esa especie de encuentros secretos. Se reunían después del colegio o en los fines de semanas, sin decirle a nadie, y pasaban las horas juntos, casi siempre terminando en su habitación escuchando música, pasando el rato, y platicando de todo y de nada a la vez.

Jisung cada día se convencía más de que la actitud fría y malhumorada del mayor no era más que una apariencia para no mostrar sus emociones y que Minho en realidad era algo tímido e inseguro.

Había algo triste en sus ojos, que lo hacía querer cuidarlo y mostrarle afecto, aunque eso atentara contra su vida. Cada vez que Jisung intentaba acercarse un poco más, recibía la misma mirada fulminante e irritada del pelinegro.

Tenía en claro que Minho era Minho, que no debía verlo como un omega, y que no debía gustarle, pero eso no quitaba el hecho de que su corazón quisiera salirse de su pecho cada vez que lo veía reirse con todas sus ganas agarrándose el estómago, o hablaba de algo que le interesaba y comenzaba a hacer grandes gestos con sus manos sin darse cuenta. Ni mucho menos cuando Minho se emocionaba con alguna cosa y daba pequeños golpes en su hombro y lo zarandeaba tomando su ropa.

Incluso cuando no hacía nada, Minho le parecía la cosa más maravillosa del mundo. Sabía que solo podía tener una amistad con él, que nunca habría nada más, pero aun así no podía negar que cada día se sentía más atraído y se encontraba pensando en él a toda hora.

Jisung había visitado la casa del mayor algunas veces y el lugar era absurdamente inmenso, con todos los lujos que podían imaginarse, pero completamente deprimente. A parte de Minho, no había nadie más allí, las alacenas y la nevera casi siempre estaban vacías y todo tenía un aspecto sombrío y desolado.

La habitación del chico parecía una cárcel, todo era gris, las paredes, el cobertor de la cama, las cortinas, incluso sus prendas no salían de esa gama.

Si había algo que a Jisung lo asqueaba era el gigantesco retrato que colgaba encima de la chimenea de la sala, donde podía verse claramente a la pareja de alfas, con la misma expresión soberbia y repulsiva, pero sin rastros de su hijo. De hecho, no había en toda la casa una sola fotografía de Minho.

Era como si todo estuviese dispuesto de manera tal de que la presencia del omega pasase desapercibida, como si no existiera.

Bastaron los pocos llamados que Minho recibió estando con él para saber el tipo de relación que llevaba con sus padres, pues aún a unos pasos de distancia podían oírse los gritos del otro lado de la línea y las palabras con las que se dirigían a su hijo.

A Jisung le hervía la sangre de sólo pensarlo, y agradeció no tener que conocerlos porque estaba seguro de que no podría siquiera saludarlos sin empezar a gruñir y maldecirlos.

Jisung deseaba que Minho se rebelara un poco, que se enojara al menos una vez y les mostrara ese lado salvaje que tantas veces salía a la luz con otras personas. Pero cuando de sus padres se trataba el mayor perdía todo tipo de confianza y se mostraba completamente dócil y resignado. Hacía todo por no molestarlos y pasar inadvertido.

Esa tarde Jisung tenía planeado hacer algo al respecto, por más insignificante que fuera.

—Pisa, pisa, ¡MINHO PISA EL MALDITO FRENO!

—¡NO ME GRITES, LO ESTOY PISANDO! ¡Me detendré ahora mismo si no dejas de gritar!

—Lo siento, lo siento, vas bien —Jisung debía admitir que enseñarle a conducir había resultado un poco más difícil de lo que había imaginado, aun así el chico se esmeraba por seguir todas sus indicaciones sin perder los estribos, y eso para Minho era mucho.

ROLLER COASTER - HANKNOWDonde viven las historias. Descúbrelo ahora