Capítulo 18: Malerei Die Spirale

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—Anna, sweety, don't get so close to the street. Wait for us.

—I wasn't going to cross!

Hace frío. Llevamos vestimenta abrigada, guantes de lana incluso. Andamos por la calle. Sarah me toma de la mano, me mira y me dedica una sonrisa. Anna salta sobre charcos cerca de la calle.

Amanecí nervioso. No sé porqué. Sarah lo notó, así que salimos a tomar algo al café de la esquina.

Hace frío. Más que de costumbre.

Estoy preocupado. El cumpleaños de Anna se acerca. Eso siempre me pone nervioso. No tengo ganas de ver a su padre. Siempre me cuesta no querer romperle la nariz.

A lo mejor ni siquiera se presenta. Puede que sea para lo mejor.

—Honey... I think we should go back. Lets just have some tea in our bedroom —le digo. No sé de dónde vienen mis nervios, pero sé que vienen de algún lado.

El sonido de los vehículos se siente más fuerte que de costumbre.

—Don't be silly! It's saturday! We have to go out! —me dice. Su sonrisa suele ser suficiente para tranquilizarme. Pero algo no está bien, yo sé que no.

No quiero arruinar la salida. No por una estupidez. Pero... ¿Qué es esto?

Cruzamos la calle. A medida que avanzamos, me siento peor. Más raro. Más incómodo.

Algo me está diciendo que debo escapar. Pero no le hago caso. ¿Por qué debería?

Y entonces aparece esa mujer, la del pañuelo en los ojos. Se queda quieta a unos metros de Anna.

Solo entonces sé que es demasiado tarde.

Comienza el espiral. El espiral de la locura. Las figuras son extrañas, las casas crecen, los edificios se doblan.

No escucho nada. No escucho. No.

El paisaje se desdibuja. La vista se me difumina.

Me doy cuenta de que estoy cayendo solo cuando mi cabeza choca con el concreto.

Intento respirar, pero el aire no quiere entrar.

Me quiero poner de pie. No se puede.

Creo que muero.

Supongo, más que creo, y creo, más que sé.

Las calles se deslizan, lisan descabellados sus izadas banderas de tiza.

Helios es testigo. Cuerpo inerte. Testigos, testamentos, abrigos, escarmientos sobre el ángel de la muerte.

Y mira una rata, la perla escarlata, latas perladas escapan de mundanas sonatas; son natas las damas de plata.

Visten de negras capuchas, brujas, brutas bestias burdas, absurdas rutas nocturnas, incautas prostitutas, fruta poluta de la virgen puta.

Y ahí está, la dama ciega, madam hiena; llena, más niega que juega.

Sostiene una balanza, una lanza que lanza mientras danza, danzantes sin confianza confían su venganza a la diabla de las adivinanzas.

Insensibilizada, porta una espada forjada en la espalda jadeante de una criada de lengua amputada, garganta morada; da moras, se apiada de hadas ahorcadas. Arcadas en barca, se embarcan en viajes demenciales, enfermos mentales, imágenes viscerales, tales sales salen por canales fluviales, meten puñales duales de metales verticales, vierten viales vitales experimentales, experiencias abismales, abiertos males, daños colaterales, apóstoles homosexuales, extraños minerales espectrales, pútridos genitales vaginales, inmorales prácticas conyugales, radicales ilegales, cánticos orquestales paranormales, anormales flujos estomacales, interacciones sexuales prematrimoniales, ondas gravitacionales, satélites orbitales, seres interdimensionales dimensionan espirales.

La División ZafiroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora