Capítulo 11: Mea Culpa

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Siempre odié los hospitales.

Nunca pasé mucho tiempo en uno, más que para estudios puntuales. Pero me resulta imposible ignorar el hecho de que, tras esas puertas y paredes, hay dolor. Miedo, confusión, incertidumbre. Muerte.

Cuando mi padre sufrió su accidente ni siquiera hicimos parada en un hospital. Recibimos la noticia y mi hermana se ofreció a ir sola a la morgue para confirmar el cuerpo y llenar todos los papeles, siendo que ya estaba terminando la licenciatura en medicina forense.

Y sin embargo, sin haber vivido una sola experiencia desagradable en un hospital, los odié toda mi vida. A lo mejor era por el miedo a vivir dicha experiencia desagradable.

Tras lo de mi padre desarrollé un fuerte temor a la pérdida. Los hospitales son la casa de la pérdida, así que los odié más. Mucho más.

Y ahora estaba ahí, en aquello que había temido tanto por cuatro putos años. Movimiento por todos lados, sirenas, olor a desinfectante, uniformados.

Frente a mí, un hombre en traje y un médico. El del traje, y guantes de látex, habló primero.

—Hola, señorita...

—Andrea.

—...Andrea. ¿Qué relación guarda usted con Lucía Sánchez?

—Es mi hermana.

—Comprendo. ¿Tiene usted idea de por qué alguien querría asesinarla?

Sentí como si me cayera un yunque en el pecho.

—¿E-Está muerta?

—No, no —intervino el médico—. Ahora mismo está en cirugía. Estamos haciendo todo lo posible para salvar su vida. De momento estoy acá a pedido del agente Argüelles.

—Pensé que ya se le había informado de la situación —se disculpó Argüelles—. Mire, su hermana sufrió un atentado contra su vida. Ya hemos abierto una investigación al respecto. Se denunció una serie de detonaciones en su edificio, por lo que acudimos de urgencia. La puerta del trigésimo octavo departamento presentaba varios agujeros, presumiblemente de balas, pero estaba cerrada. Cuando la abrimos, nos encontramos con Lucía y la trasladamos de inmediato.

—¿Pero va a vivir, no? ¿Va a estar bien? —pregunté al médico.

—No sabría decirle, señorita. Si el agente me excusa un momento puedo retirarme para pasar por el quirófano y preguntar.

Argüelles asintió con la cabeza, dándole al médico el visto bueno. Así, el profesional se apuró a retirarse.

Sorprendentemente, mantuve mi compostura. Probablemente por el shock. Finalmente aquello que me aterraba desde la primera vez que hablé con Velasco se había vuelto realidad. Mi familia sufrió las consecuencias de sus actos. Y lo peor, es que había sido mi culpa.

El plan de Velasco era perfecto, tuviera el objetivo que tuviera. Simplemente no contó con que yo me iba a involucrar en el interrogatorio del mafioso cuyo padre habíamos asesinado la noche anterior.

No podía creer que no me hubiera dado cuenta. Mis impulsos ridículos me habían llevado a enfrentar la posible pérdida de una de las dos personas más importantes de mi vida.

—Entonces... ¿Dispararon a través de la puerta? —le pregunté al investigador.

—Estamos bastante seguros de que sí. Había algo de sangre derramada fuera del departamento, que creemos que no pertenece a su hermana. Es demasiado pronto para sacar conclusiones, pero interpreto que el atacante era una sola persona, y huyó de la escena tras acabar herido. Balística está analizando los agujeros de bala, los casquillos y el arma, por lo que tendremos un análisis mucho más concreto dentro de poco.

La División ZafiroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora