Capítulo 19: El Legado

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Me costó dormir el resto de la noche. Lo intenté, pero no pude. A las nueve de la mañana escuché al Cuervo llamando a mi puerta. Intenté ignorarlo.

Pero insistió, una y otra vez.

No quería verlo.

-¿Andrea? -me llamó.

Enterré la cabeza en una almohada improvisada de ropa.

-No estoy. Dejame tranquila.

-¿Qué?

-¡No estoy, dejame tranquila!

-Me quiero disculpar, reaccioné mal, Andrea.

Me puse de pie, molesta, y me coloqué frente a la puerta.

-¡Si, me dí cuenta!

-Dale, dejame pasar. Te vine a pedir perdón.

-Me chupa un huevo. ¿Qué mierda te pasó?

-¡Me dejé llevar! Vos viste como estaba, eso no es una posición cómoda para mí.

-Si, no te gusta mostrar absolutamente ningún tipo de humanidad. Te incomodó que te veas vulnerable porque nadie te ve así, no dejás ver ese lado tuyo. Pero yo lo vi, y quise apelar a eso, y te pusiste a la defensiva.

-¿Ahora sos psicóloga?

-Dale, no te hagas el gracioso. Yo genuinamente intentaba ayudarte. ¡Yo entré cuando pensé que te estaban matando, te saqué de ese trance en el que estabas, y me sacaste cagando igual!

-¡Ya sé! ¡Estuvo muy mal! Por eso me quiero disculpar.

-Porque eso lo arregla todo, ¿No?

No estoy segura, pero juraría haberlo escuchado suspirar del otro lado.

-No. Por eso es que quiero hablarte de Sarah.

Su voz sonaba sincera, su tono sonaba apenado.

Me pegué a la puerta, con la mano en la manija.

-¿De verdad?

...

-Creo que mereces saber la verdad. Para... igualar un poco la balanza.

Giré la manija, abriendo la puerta, y me retiré al colchón. Me senté con las piernas cruzadas.

Él pasó, y se sentó frente a mí. Llevaba un cigarrillo encendido entre los labios. Era la primera vez que lo veía fumando.

Lo apartó un momento de su boca, para exhalar el humo. Al hacerlo, tosió.

-Entonces, ¿Me contás o qué pasa? -le insistí.

-Es complicado esto. No se lo había contado a nadie, nunca. Es el motivo por el que no puedo dormir sin el uso de benzodiazepinas, es el motivo por el que estoy acá, y no en las filipinas, seguro, lejos de toda esta mierda. Es el motivo por el que soy lo que ves. Un muerto en vida.

...

-Mirá, si no querés contarme...

-No, no, pero sí quiero -se apresuró a decir-. Necesito que vos lo sepas.

-Bueno, dale. Soy todo oídos.

Antes de hablar, dio una larga calada a su cigarrillo. Aún tenía los ojos rojos a causa del violento llanto de la noche anterior.

Sus ojeras profundas como moretones, sus párpados cansados, su expresión agotada. Pero abrió la boca, y empezó a hablar. Ni siquiera quise interrumpir. Estaba perdido en su mundo.

La División ZafiroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora