La debilidad del fuerte

264 41 21
                                    


Historia observaba fascinada el entrenamiento de Ymir, en plena reunión campestre en el bosque de altos troncos. Mikasa, Ymir, Sasha, Connie y Hange danzaban en los aires con una sincronía maestra, dando giros con las espadas y cortando nucas de un titán falso a otro. Levi observaba con su rostro inanimado, buscando fallos en la técnica de todos ellos. Era tan crítico, que esa vez hasta Mikasa saldría escaldada.

—¡Trabaja en equipo, no dejes a Connie solo si está tan abajo! ¡Es carne de titán! —Mikasa reculó el sentido del gas y su cuerpo se lanzó hacia abajo, ayudando a Connie a acabar con un titán falso que se estaba acercando peligrosamente a él. Levi asintió conforme.

—Ymir, no te alejes tanto. —Volvió a gritar— ¡Maldita sea, no se te ve! ¿Cómo esperas dar asistencia a tus compañeros? —le recordaba mucho a Annie Leonhart, una loba solitaria. El ingrediente que cambiaba esa actitud era Historia, donde entonces era capaz de peligrar su vida y la de todo el equipo por salvarla. —¡Ymir! ¡¿Es que no me estás oyendo?! ¡Haz lo que se te manda, maldita larguirucha!

Las largas piernas de Ymir se abrieron y sacudió una patada brutal al enemigo de madera, haciendo que su dirección cambiara y expusiera su nuca. Sacudió con tal fuerza la espada que el acolchamiento de prácticas salió disparado.

—Maldita inconsciente —murmuró para sí mismo. —De qué nos sirve que se arriesgue así.

El entrenamiento finalizó, y todos excepto Ymir tuvieron que marcharse a sus obligaciones

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

El entrenamiento finalizó, y todos excepto Ymir tuvieron que marcharse a sus obligaciones. La morena debía cumplir su nueva misión, ese era el último día que pasaría en Paradis. Mientras caminaba hacia las vastas granjas donde los huérfanos tenían una vida digna por los cuidados de la reina, observó que muy buenos ejemplares cabalgaban en el corral, y le echó el ojo a una yegua de marrón oscuro. Esa se quedaría. Cuando llegó al corral se cargó con las riendas el hombro y pasó cada pierna por las tablas que delimitaban la parcela.

—Estoy domando a esa yegua, si quieres te enseño los otros caballos que tenemos disponibles para la legión —Ymir miró de reojo al chico que acababa de hablarle, pero no le hizo el menor caso. La yegua no opuso resistencia al principio, pero cuando el muchacho se acercó, se encabritó y se puso a dos patas, corriendo despavorida. Era peligroso que un caballo reaccionara así, por lo que Ymir dio dos pasos atrás y miró con la ceja arqueada al chico.

—Soy del Cuerpo de Exploración, como puedes ver por mi insignia. No interfieras en mis asuntos.

—Y yo soy el que cuida las tierras y cada caballo de estas hectáreas. Y te digo que esa yegua está aún en proceso de aprendizaje, no se fia de los humanos.

—¡Genial! Está hecha a mi imagen y semejanza.

A medida que le daba la espalda y andaba en dirección a la yegua, una de las puertas de las casitas que por allí había se abrió y salieron un par de niños riendo, y la reina Historia detrás. Ymir la miró de reojo pero siguió caminando sin desviarse. Sintió que sus nervios crecían, y su malestar. Cuando se encontró otra vez con el animal le puso sigilosamente las riendas y la montura, y fue en este momento que el chico de antes volvió a interrumpirla tocándola del hombro.

El verdadero sacrificioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora