Las estrellas son sus pecas

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Frente a Erwin, Hange y sus antiguos compañeros del Cuerpo de Exploración, Historia tuvo que mantener la seriedad digna de una reina tras leer aquella carta procedente de Ymir. Dos lágrimas, eso fue todo. Los guardias que custodiaban cada una de las puertas de palacio se mantenían indemnes ante los acontecimientos; sus amigos la miraban esperando información escondida entre líneas. Fuera como fuera, no le sería de ayuda, al igual que ella no les había sido de ayuda a ellos. Ymir se había sacrificado por el bien mayor y había tenido las agallas de hacer un viaje al otro extremo del mundo con Bertholdt y Reiner para morir. No tendría noticias de ella nunca más.

Nunca más...

—Siento no ser de más utilidad —dijo finalmente la rubia, elevando sus enormes ojos claros a sus compañeros. Éstos asintieron sin añadir nada y se marcharon.


Aquella noche Historia no descansó, tampoco la siguiente. La tercera noche, sin embargo, las incansables reuniones y deberes administrativos del reino la dejaron mucho más agotada y se quedó dormida temprano. Escuchó un chasquido exterior que le hizo abrir los ojos, tenía el cerebro tan ocupado durante el día, y los sentidos como soldado aún tan recientes, que cualquier ruido la despertaba. No vio nada. Las cortinas se mecían con el viento en la oscuridad. Fue cerrando los ojos y giró su esbelto cuerpo pálido hacia la pared, dándole la espalda a la ventana. No quería ver más las estrellas... le recordaban a ella. A sus pecas. Cómo echaba de menos a esa idiota.

Una sombra se elevó cuando volvió a quedar dormida. La figura indudable de una mujer, cuyo corazón empezó a palpitar con fuerza. Al dar un par de pasos vio cómo sus formas se dibujaban ante sus ojos, acostumbrados a la oscuridad. Dormía semidesnuda, y la imagen de verla abrazarse a la almohada le dio mucha ternura. Acercó una mano extendida despacio... uno de sus largos y finos dedos rozaron la pequeña mano de Historia, que en ese momento abrió los ojos. Pero el instinto se antepuso a la curiosidad y se giró con unos reflejos de leona, girando sobre sí y empuñando un cuchillo que a Ymir le dio tiempo a frenar, justo cuando la hoja acariciaba su yugular.

—Qué....q-qué... ¿Ymir?

Ymir dejó de mirar el cuchillo y sus rasgados ojos le devolvieron la mirada, con una sonrisa maliciosa. Historia notó que el corazón se le aceleraba y que los ojos se le empezaban a humedecer.

—¡¡Ymir, qué...!! —la de pelo castaño le trabó los labios con su largo índice, callándola deprisa.

—No hables fuerte, ¿de acuerdo...?

Historia asintió y se abalanzó con mucha fuerza sobre ella, rodeándole los brazos mientras la otra cedía ante el peso y se sentaba en la cama, rodeándole el cuerpo. En ese momento sintió los suaves montículos de sus senos rozándole en el pecho y se sonrojó. Nunca se había acostado con ella. Intentó ignorar los pensamientos primarios que estaba teniendo y se concentró en el abrazo. Historia susurró a su oído, con la voz debilitada.

—¿Te has arrepentido, Ymir? ¿Has dejado atrás a esos traidores? Sabes que aquí eres bienvenida, tus amigos están aquí.

Ymir inspiró hondo y devolvió los iris oscuros a ella. Se separó unos centímetros para responder.

—He pedido algo de tiempo. Soy demasiado joven, y... no me queda mucho tiempo, ni a ellos tampoco. Pero no puedo morir antes de vivir lo que podría ser la mejor experiencia de mi vida.

—¿La mejor experiencia de tu vida?

—Si no puedo casarme contigo, ¿permitirás que siga conociéndote un poco más...?

La reina se sonrojó, y una suave risa infantil brotó de sus labios en respuesta. Ymir no sonreía. Es más, Historia sentía algo oscuro en ella, negativo, no atinaba a saber qué. Pero la conocía demasiado bien como para saber que algo ocurría. Y era demasiado madura como para exigir que se quedara con ella. De repente, Ymir ascendió la palma de la mano a su mejilla y la acarició con el pulgar, pegando la frente con la suya. Historia se puso nerviosa, su cercanía la hizo cerrar los ojos. El olor de Ymir era puro y femenino, dulce, pero hasta ese aroma tenía un carácter indomable tan característico...

El verdadero sacrificioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora