Salva una vida, pierde tu libertad

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Historia despertó por un ruido, alertada. Se volteó a ver a Ymir y suspiró, dolida al ver que era otra noche donde aquellas pesadillas volvían. Nuevamente, algo parecía tenerla muy nerviosa, jadeaba como si estuviera llorando pero de sus ojos no emanaba ni una lágrima. Todo se obraba en su subconsciente. Historia deseaba abrazarla y despertarla con dulzura, pero sabía muy bien que tocarla podía ser un mal aliciente a hacerla perder el control. Ymir tenía una de las manos con los tendones marcados, tensos y con los dedos abiertos en el aire, como si estuviera conteniéndose de saltar y pelear o agarrar algo. ¿Quizá ya podía controlar sus acciones, sería que logró doblegar a su mente en el campo de los sueños? Por su propia seguridad, se levantó y encendió la luz, mirándola desde la lejanía de la puerta. La morena sacudió una pierna de forma mecánica y volvió a tensar la mano.

—Ymir... —vio que su ceño se fruncía, y sus dientes se apretaban. Y de pronto, como si un rayo pasara de repente, todo su cuerpo volvió a dormirse, relajó la expresión y la mano.

Historia volvió a acostarse a su lado, mirándola con recelo y tristeza. Suspiró e intentó no hacer ningún ruido ahora que parecía haber conciliado de nuevo con el sueño.

Por la mañana, Ymir no parecía estar dispuesta a comentarle nada. Historia agarró su mano mientras desayunaban. No le gustaba que tuviera que tragar todo aquel dolor en soledad.

—Esta noche ha sucedido.

Ymir paró de masticar y miró sus manos unidas. Lentamente tragó y subió la mirada a la rubia.

—Sí. —Había tosquedad en su voz. Continuó después de unos segundos. —He tenido que dejar que te maten delante de mí sin hacer nada, y pasarlo fatal.

Historia bajó la mirada, ella tampoco tenía nada que hacer ante una situación tan fea y extraña.

—No me has atacado, es lo importante... ¿no?

—Lo sé. —Siguió comiendo. Historia quería ayudarla, pero no sabía cómo, debía ser horroroso asumir una muerte así, sin siquiera tener claro si tu cerebro se lo estaba imaginando o aquel apaleamiento era real. Apretó suavemente su mano y susurró.

—Te quiero... muchísimo.

Ymir cambió la expresión y la miró de vuelta. Poco a poco suspiró.

—Te quiero... muchísimo.

 muchísimo

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Con el paso de un mes, el jaleo real se había incrementado. Historia fue duramente criticada por descuidar sus ejercicios reales, e incentivada por nuevas guerras contra los titanes del otro lado del muro, tuvo que dejar de vivir en casa de Ymir y volver a palacio. Las obligaciones cortaron de raíz muchos de sus planes, y por parte del Cuerpo de Exploración, también demandaban más tiempo la presencia del titán mandíbula. Los escasos ratos que podían verse, casi a escondidas, eran para entregarse la una a la otra, y ya apenas podían dormir juntas. Aunque internamente Ymir lo agradecía: no quería que la reina siguiera sufriendo por ella y sus pesadillas, durmiendo con una daga al lado por si cualquier noche volvía a atacarla. Era estresante para las dos.

El verdadero sacrificioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora