Tu hermana.

capítulo 4

Jean es bueno cocinando, muy bueno, ni siquiera es por presumir, ya que decirlo no es más que aceptar la realidad. Entonces, ¿por qué Eren no ha dicho una sola palabra desde que se sentaron a comer?
Sabe bien, pero que lo diga Jean suena lamentable, y Yeager está muy ocupado viendo a la nada misma con cara de idiota como para comentar algo sobre la comida que se lleva con lentitud preocupante a la boca.
Hace que la cena sepa mal, así que Jean pone mala cara y lo patea. Están sentados cerca, aunque no por decisión suya, fue Eren quien puso la mesa.

Finalmente Yeager levanta la vista y en su expresión se nota como tarda en procesar lo ocurrido, hasta que suelta un "¿qué quieres?" ausente que a Kirschtein le sirve de puente para ladear la cabeza consternado, reprendiéndolo en silencio.

—Okay, ya me hartaste, dime qué te pasa. Te pusiste todo raro de golpe.

El ceño de Eren se frunce rápido, aunque pareciera que ni él llega a comprender por qué, es como una reacción automática al tono que Kirschtein empleó.
—Lo único que me pasa es que me estás dando patadas, Jean.
Su actitud es esquiva, distraída, y esos grandes ojos verdes insisten en mostrarse en intenso desacuerdo con las superficiales palabras que va eligiendo. Es un baile entre su cerebro y su boca; Eren quiere decir algo pero se frena conscientemente, por algún motivo.
Esconde algo, y la paciencia de Jean se agota, porque aunque no lo reconozca, también han comenzado a hacerse presentes los nervios en él. Está a nada de mandar a Eren a la mierda.

—No, ¿qué fue? – la voz de Kirschtein es dura y persistente, al igual que la mirada que sostiene intimidante, en espera de que Yeager le corresponda, que le conteste.
¿Es porque mencionó lo de Lisa fastidiándolo con él? ¿O le da asco saberlo cogiendo con hombres por la vida? ¿Qué le molestó?
Ante el irritante silencio, no le queda más opción que ser directo y brusco.
—Mira, Eren, si hubiera sabido que te pondrías homofóbico, no te contaba nada.

Yeager frunció la boca, y Jean en respuesta hizo lo mismo con su ceño.
—No. No seas idiota, no es eso.

Jean está cansado y demasiado viejo para jugar a las adivinanzas, así que demuestra su exasperación con un suspiro largo, pesado e impaciente.
—Ya, ¿entonces qué?
Su tenedor lleva rato apoyado en el plato, está en espera de la señal indicada para levantarse e irse al carajo. No olvidó que debe ir a trabajar al otro día.

Hubo silencio una vez más, y Eren se concentró en los espaguetis que estaban en su plato, en el color y la textura de la salsa y los condimentos que se distinguían aquí y allá.
En algún punto, sus mejillas se tornaron rosas, y ahí finalmente se oyó su voz, insegura y preocupada.
—Es que estaba pensando, y... tú nunca fuiste cercano a nadie, Jean. ¿Quién podría ser? ¿Connie? No puede-- no. O sea, sé que es asunto tuyo, pero... watafak.

¿Eh? ¿De qué verga habla? Jean achinó los ojos, confundido.
—¿Qué mierda dices, Eren? ¿El pelao qué?

Eren finalmente levantó la vista y lo enfrentó, casi desesperado ante su incapacidad al momento de expresarse.
—¿No dijiste recién que te enamoraste de un feo cuando ibas a la secundaria? ¿Y no le decías feo y mono todo el tiempo a Connie?

Hubo sonido blanco en el ambiente por unos segundos, y lo que lo cortó fue una estruendosa carcajada de Jean.
—Ah, qué hijo de puta, Eren. Ya me descubriste. Bueno, ¿vas a comer o qué?

—Ugh... – Yeager apretó los dientes, porque al mirarlo para reclamar que se lo tome en serio, Jean lo observaba divertido, burlándose totalmente de él.
—Eres imbécil.