Querido lector, una nueva temporada social está a punto de iniciar en Londres y esta autora no podría estar más emocionada por ello.
¿Podrá acaso 1814 superar la extraordinaria temporada de 1813? ¿Qué otra sorpresa podrá depararnos esta nueva tempo...
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Ophelia Crawford había tenido una vida feliz y cómoda desde su nacimiento.
Su padre, el conde de Shrewsbury, le había dado la vida digna que todo niño de la aristocracia debía tener. Pero principalmente le había dado amor, el amor de una verdadera familia que se quiere.
Sus padres se habían conocido en una perfecta y hermosa tarde soleada. Su padre se encontraba volviendo a casa luego de un largo día cuando vio a una hermosa joven paseando por Grosvenor Square. La joven no era para nada parecida a las jóvenes de la sociedad con las que Stephen estaba acostumbrado a tratar, no llevaba vestidos adornados, extravagantes peinados ni maquillaje. No era la hija de un lord adinerado ni tenía una dote. Pero Stephen quedó completamente prendado a ella.
Día tras día Stephen visitaba a la joven con flores, la cortejaba de la misma manera que cortejaría a cualquier otra joven de la sociedad. Hasta que un día pese a la resistencia y opiniones de su madre, él le pidió matrimonio y la convirtió en su esposa.
Stephen sabía que al hacer eso era probable que toda la sociedad se escandalizara y que incluso fueran rechazados. Pero eso no le importo para nada y decidió elegir el amor por sobre todas las demás cosas.
Ophelia soltó un suspiro y se miró en el espejo, llevaba puesto un hermoso vestido color rosa palo adornado con pequeñas piedras brillantes dispersas por todo este. Sus sedosos cabellos dorados se encontraban perfectamente recogidos en un moño con algunos rizos cayendo a los lados de su rostro. Su rostro ligeramente maquillado resaltando más su belleza.
— Vaya — soltó de pronto una voz masculina.
Ophelia miro por el espejo la figura de un joven apuesto de cabello castaño oscuro que la miraba desde el marco de la puerta.
— Robbie — dijo en forma de saludo dirigiéndole una sonrisa mientras se acercaba a él y le daba un fuerte abrazo que él correspondió —. ¿Dónde estabas? Cuando la abuela y yo llegamos tu no estabas aquí.
El chico soltó una risita burlona.
— La abuela fue exactamente la razón por la cual no estaba aquí cuando llegaste.
