Diálogos entre besos.

504 53 6
                                    

Eran las cinco de la mañana y todavía no había conseguido dormir. Eva sí, ella dormía plácidamente a mi lado acurrucada bajo las sábanas. La contemplé durante unos minutos imaginándome una vida a su lado más allá de esa noche. No podía creerlo, simplemente no podía porque había pensado tantas veces que jamás la tendría, que ahora me era imposible pensar con detenimiento en lo que había pasado.

Que una mujer como aquella me amase a mí, era como un regalo del cielo que no podía merecerme por cómo me había comportado con ella. Tanto sufrimiento, aunque también alegrías junto a ella, habían calado tan hondo en mi alma, que no quería una vida sin ella a mí lado. Eva era el motor de mi vida, siempre lo había sido, incluso antes de saber que estaba enamorado de una mujer de ojos grandes color cielo, piel suave, labios bien definidos y cabello largo y castaño. Supongo que sabes que amas a una persona cuando aún no la has encontrado, pero no sabes cómo será físicamente y tampoco puedes llegar a comprender cómo podría ser su personalidad.

-¿Qué te parece? -Los labios de Eva se movieron con lentitud, aunque hicieron que me asustara y suspirase aliviado cuando vi que abría los ojos y me sonreía tímidamente.

-¿Qué me parece el qué?

-Mi cara, como la mirabas con tanto ahínco... -Le sonreí tiernamente, sin dejar de mirarla ni por un segundo.

-¿No puedo mirarte?

-No si no me dices en lo que estás pensando y crees que yo estoy durmiendo. -Cogiendo firmemente las sábanas para no quedar desnuda, se acercó a mí y me besó en los labios suavemente, provocándome unos escalofríos que un día acabaría por no soportar. Después me miró sonriente a los ojos, mientras apoyaba su mano derecha en mi pecho y lo acariciaba muy por encima. -No confías en mí, sé que algo te preocupa.

-Sí confío en ti, ¿cómo no voy a confiar en ti? -Cogí su rostro entre mis manos y la besé con un amor infinito que me era más que correspondido. -Solo es que... Pienso en tonterías, de verdad.

-Seguro que no lo son.

-Eva, tenías razón, hemos perdido el tiempo. -Me quedé mirándola detenidamente para ver su reacción, pero todo lo contrario a como yo pensaba que actuaría, me sonrió con más fuerza todavía y juntó su cuerpo más con el mío.

-¿Sabes? Hemos perdido mucho tiempo, un tiempo en el que podríamos haber estado juntos, pero no me arrepiento... -Murmuró con seriedad. -Porque estoy ahora estoy aquí, contigo. Y he de decirte que jamás te había amado como te amo ahora. Y puede que nuestro momento no fuese antes, sino ahora. Las cosas pasan por algo, Hugo, y yo...

-Eva, mi vida, yo también te amo, y creo que acabas de quitarme un peso de encima. -Suspiré aliviado y abracé a Eva con fuerza.

-Sé como debes sentirte, yo también me he sentido muchas veces así, como si el tiempo que ha pasado sin decirnos lo que verdaderamente sentíamos se hubiese vuelto en nuestra contra y nos hiciese pensar que no merecíamos estar juntos. Pero aquí, la más tonta he sido yo. Me casé con David pensando que podría olvidarte, pero lo único que conseguí fue hacer el amor con él, pensando que lo hacía contigo. Ni siquiera sé porque no entendía que podríamos ser felices o directamente pensaba que yo no podría ser jamás feliz con alguien a quien amaba, cuando mis padres jamás se amaron y siempre se estaban gritando y diciendo que se odiaban. Y después por cómo era yo antes de tener a Naia, alguien que iba con todos los tíos que se le ponían delante y se metía cosas en el cuerpo que deberían prohibir y... -La cogí por el mentón al ver que se estaba alterando y parecía completamente ida.

-Eva, ¿crees verdaderamente que yo podría juzgarte? Yo también tengo mi parte de culpa, mis padres se casaron sin estar enamorados y siempre me dicen que el amor no existe, que es una invención, que lo que tenía que hacer era estudiar y dejarme de amigos, amores... Me parece que ninguno de los dos lo ha pasado demasiado bien. Supongo que la infancia marca tu vida. Hace tiempo que nos les voy a ver. -Confesé con una desilusión patente.

3 ARCO IRIS EN LA CIUDADDonde viven las historias. Descúbrelo ahora