Mañana seguiremos juntos. I

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Naia corrió a toda prisa hasta ellos, sin dejar de respirar con fuerza e intentando no llorar más. Le había echado mucho de menos y eso era algo que no podía ocultar ni disimular. Con Hugo podía hablar de cosas que a ella le parecían interesantes y Hugo le contaba historias sobre fantasmas, monstruos y hadas que le gustaban. Ella también quería explicar historias tan apasionantes a sus hijos si de mayor llegaba a tener. Había llegado a la conclusión que los mejores padres son los que saben contar cuentos; y saber contar cuentos no quiere decir que tengan que ser perfectos y de profesional, para ella era algo más emocional, como cuando Hugo se emocionaba tanto que hacía las voces adecuadas para cada personaje. Sabía que su padre estaba encerrado en algún lugar, pero aquel solamente era su padre de mentira, el de verdad quería a su madre y aquello era lo que verdaderamente le importaba a ella.

-¡Hugo! –Grito en cuanto estuvo casi a su lado.

Él se separó de Eva y enseguida se quedó paralizado sin saber qué decir, pero agachándose automáticamente en cuanto Naia estuvo a su vera y saltó a sus brazos y lo abrazó como si no hubiese mañana. Eva se quedó mirándolos sin entender absolutamente nada, hasta que decidió girarse y consiguió ver el coche de Mamen y ésta al lado de él, de pie, sin saber si acercarse o no. Eva le hizo unas señas con la mano para que se acercara y aunque pareció pensárselo mucho, finalmente empezó a caminar hacia nosotros. Entonces volvió a mirar hacia Hugo y Naia; Hugo la abrazaba con fuerza entre sus brazos y notó como el hombre que amaba lloraba al tener a la que puede sí considerase su hija junto a él.

-Hugo, te he echado mucho, mucho, mucho de menos. –Eva se apartó un poco de ellos y notó que sobraba, pero también se sintió culpable por aquella situación, como se sentía Hugo, aunque a este le ardía el corazón por la tristeza de ver a una Naia mucho más grande y preciosa. Le acarició el cabello con desesperación y la escrutó el rostro, buscando algo nuevo en él.

-Yo también te he echado de menos, mi niña. –Hugo jamás había entendido la devoción de algunos padres hacia sus hijos, pero ahora mismo lo entendía a la perfección. Pese a que con Naia se habían hablado de todo mediante cartas, se odiaba a sí mismo por haber dejado atrás un tiempo preciosísimo viéndola crecer, convertirse poco a poco en una mujercita. No quería perder más tiempo, no quería volver a perder un cambio más en Naia, quería estar con ella siempre y ver como se convertía en una mujer.

Mamen llegó con paso firme y se quedó clavada allí; ella también estaba de los nervios y había echado de menos a Hugo. Sonrió a Eva y ésta se apartó un poco, dándole a entender que se uniera al abrazo entre Naia y Hugo. Este último abrió los ojos y vio a Mamen, entonces se acercó hacia ella con Naia en brazos y con paso decidido. Naia consiguió sonreír pese a las lágrimas que caían de sus pequeños ojos y eso fue ya el paso definitivo para que Mamen se tirara a los brazos de los dos y se abrazara a ellos con fuerza.

-Dios de mi vida, creí que nunca más volvería a verte. –El susurro quebrado de Mamen hizo temblar a Hugo que abrazó a aquella mujer con un amor inmenso, el que sentía después de que ella le ayudase en todo y más durante tanto tiempo.

***

Me habían dejado completamente sola haciendo la cena, pero escuchar sus risas y murmullos desde la cocina mientras vigilaba que el pollo no se me quemara, era el mejor entretenimiento del mundo. Naia hablando a Hugo sobre lo bien que se me daba cocinar gracias a unas clases de cocina a las que había ido; Mamen diciéndole a Hugo que estaba mucho más flacucho y que tenía que comer más; Hugo disfrutando de la compañía de ellas dos sin apenas hablar, solo riendo a cada comentario.

En cuanto se hizo el pollo, salí de la cocina y me dirigí al comedor. Me apoyé en el marco de la puerta completamente cansada por haber estado tanto tiempo en la cocina haciendo la cena. Contemplé a Mamen reír ante un comentario por parte de Naia que no llegué a oír, aunque con lo payasa que me había salido podía imaginar lo divertido que había sido. Hugo también rió, pero de una forma más leve y pausada mientras Naia le cogía por el cuello y lo abrazaba y lo llenaba de besos. Me deleité con aquella imagen, los tres sentados en el sofá, contándose cosas pasadas pero sumamente importantes para poder seguir en esta vida.

3 ARCO IRIS EN LA CIUDADDonde viven las historias. Descúbrelo ahora