No sirve para nada saberlo.

603 45 8
                                    

En este último mes había estado desconcentrado, tanto en los estudios como en el trabajo. Eva me absorbía todo el tiempo, aunque en realidad era yo quien no podía dejar de verla ni un día. Me volvía tan loco, que incluso había aprendido alguna de sus frasecitas tan particulares.

-Últimamente no rindes tanto como antes. -Mamen sacó una caja del almacén y la puso encima del mostrador.

-Yo trabajo igual que siempre -Dije con disimulo mientras le enseñaba unas bragas muy elásticas a mi vecina de en frente. Al principio no quería que yo le atendiese porque según mi vecina, yo tendría sueños eróticos después con ella. Quise vomitar, pero Mamen no me lo permitió.

-Tanto tiempo rodeado de ropa interior para las féminas -Dijo doña Clara, mi vecina tan querida. Mi ironía pensando me provocaba la risa floja y eso podía llegar a ser perjudicial. -¡Tú eres un hombre! ¡Tienes que buscar mujeres y acostarte con ellas! -Me dio unos golpes en el hombro y yo refunfuñé miles de insultos referidos a ella. Esta mujer estaba loca y encima cada día se compraba ropa interior nueva. Estaba seguro que podría montar un museo.

-Deje la mano quieta, señora. Y deje de decir bobadas. Si yo me acuesto con una mujer es porque la quiero, no porque necesite un desahogo. -Doña Clara pegó un grito de asombro, miró a Mamen con desesperación y al ver que ésta no la defendía, cogió su bolso y se marchó sin dar explicaciones, aunque nos las podíamos imaginar.

-Esto sería motivo de despido... -Miré a Mamen rápidamente con ojitos de cordero degollado. -Pero sé cuanto necesitas ese dinero para los estudios, así que no me tomaré en cuenta que hayas echado a una de nuestras mejores clientas.

-Lo siento, Mamen. -Le dije con sinceridad y mirándola directamente a los ojos.

-Sabes que me lo puedes contar, sea lo que sea que te ponga tan nervioso. Ayer también discutiste con la señora Josefina por una tontería y ésta se fue maldiciendo por lo bajo por lo maleducado que eras. Entiende que después te amenace con despedirte si no corriges tus comportamiento lo antes posible. -Después de su pequeño discurso, apoyé mis manos en el mostrador y escondí mi rostro de ella, mirando hacia abajo.

-Mamen, dentro de mi estoy sintiendo cosas que jamás había sentido por nadie. -Noté como su mirada me penetraba. Puede que en aquel momento quisiera entrar en mi mente.

Yo, por mi parte, me sentía abatido y cansado. Hacía días que no dormía bien.

-Venga, cuéntaselo a la tía Mamen. -Alcé la vista a ella y le sonreí con nostalgia.

-No sé por dónde empezar, pero necesito explicarle a alguien lo que siento o sino acabaré por explotar. Mamen, tu hace veinticinco años que estás casada y por lo que me cuentas, quieres a tu marido como el primer día.

-O más... -Susurró ella con una gran sonrisa.

Se apoyó en el mostrador y continuó escuchándome con atención. Yo seguía apoyado con las manos, sintiendo que si me aguantaba solo por las piernas, estas acabarían flaqueando.

-Quiero que me digas qué es lo que sentiste... O qué es lo que se siente cuando estás enamorado... ¡Mierda, yo no sé si lo estoy o simplemente es un capricho! -Di un golpetazo con el puño contra el mostrador y Mamen dio un respingo por el susto.

-Vale, tranquilidad sobretodo. Primero... -Se quedó pensativa mientras yo esperaba impaciente. -¿Piensas en ella mucho? -No sabía a qué se refería con "mucho", pero la respuesta era fácil.

-A todas horas -Mamen tragó saliva al escucharme decir aquello, pero siguió con la segunda pregunta.

-¿Sientes un hormigueo cuándo se acerca mucho a ti o te roza? -Lo pensé detenidamente.

3 ARCO IRIS EN LA CIUDADDonde viven las historias. Descúbrelo ahora