Capítulo 9

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Tras la dolorosa pérdida de Inarizaki, el entrenador Kurosu no obligó a sus jugadores a analizar su juego con Mujinazaka como siempre lo había hecho después de los torneos, dejándolos descansar. La misma noche, los de segundo y tercer año se sentaron en el salón de su hotel. Sus compañeros de equipo más jóvenes permanecieron en su habitación compartida, dejando a Atsumu y al resto del equipo a su suerte.

El grupo no estaba haciendo nada especia, la mayoría de ellos jugaban Jenga en una de las mesas bajas mientras Atsumu, Ginjima y Riseki estaban sentados en el sofá, observando desde un lado. El más joven de los tres suspiraba de vez en cuando, y se tiraba nerviosamente del dobladillo de la camisa.

—Riseki —Atsumu gritó con una mirada puntiaguda—. Deja de preocuparte, no es como si Hokkyoku se estuviera muriendo.

—¿Eres tú quien le dice eso? —preguntó Suna con sarcasmo, sacando un bloque de la torre con la máxima precisión.

—No seas un idiota —Osamu reprendió a su novio antes de concentrarse en su turno.

—Atsumu-san tiene razón, ya sabes —Kaniku se volvió hacia Riseki con una suave sonrisa—. Conociendo a Hokkyoku, se recuperará de esta lesión con bastante rapidez.

—Es como una cucaracha —Kepugi se rió disimuladamente, viendo a Osamu intentar tirar de uno de los bloques de madera—. Si le lanzas una bomba, saldrá sin un rasguño.

—Dudo que sea algo serio —añadió Shimahiro, volviendo su atención al juego—. Osamu-san, no puedes usar ambas manos, eso es hacer trampa.

Osamu gruñó de frustración y dejó caer uno de sus brazos en su regazo, ahora tratando de empujar el mismo bloque hacia afuera mientras toda la construcción comenzaba a temblar.

Ginjima miró brevemente a Atsumu, esperando un comentario enérgico que obligara a su hermano a perder esta ronda, pero el beta se quedó en silencio, jugando con algo en su bolsillo.

Gentilmente, Ginjima le dio un codazo a Atsumu. —¿Estás bien?

Atsumu se sobresaltó de sus pensamientos, el movimiento de su mano se detuvo. —Ah- Sí, estoy bien. Solo pienso en algo.

—Espero no sea en culparte por nuestra pérdida —Ginjima entrecerró los ojos con sospecha, muy consciente de que probablemente ese era el caso. Su intuición era correcta, ya que Atsumu se tensó al ser atrapado. Riseki también miró a su capitán, mientras los chicos que jugaban a Jenga comenzaron a burlarse de Osamu para que derribara la torre.

—Atsumu-san, eso fue un accidente. Ni tú ni Hokkyoku tienen la culpa —el más joven mencionó en voz baja para no alertar a sus compañeros de equipo sobre el tema de la conversación.

—Hokkyoku no tiene la culpa, eso es cierto —Atsumu estuvo de acuerdo, dejando escapar un profundo suspiro—. Pero yo no debería de haberlos dejado al final del juego.

—No tenías elección, Atsumu —Ginjima negó con la cabeza, un poco frustrado—. Todos lo sabíamos, el entrenador Kurosu también. Si hay algo a lo que debemos culpar, es al día mismo, simplemente tuvimos mala suerte.

—Pero aún- —Atsumu intentó discutir antes de ser interrumpido.

—No, Atsumu, esto no fue tu culpa —Ginjima repitió con firmeza—. Métetelo en esa cabeza obstinada tuya —Riseki asintió con la cabeza. Atsumu arrugó la nariz con un puchero y comenzó a quejarse de que todos lo sermoneaban. Su mano volvió a jugar con la cosa en su bolsillo, lo que captó la curiosidad de Ginjima—. Por cierto, ¿qué tienes ahí?

Aún haciendo pucheros, Atsumu sacó la pequeña botella de desinfectante, murmurando. —Desinfectante cítrico. Apesta como el infierno, pero ayudó a deshacerse del olor a sangre.

My Body is a Cage [Miya Atsumu] / SakuAtsu | TRADUCCIÓNDonde viven las historias. Descúbrelo ahora