2. El chico del club nudista

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Toy House

Capítulo 2

 El chico del club nudista

Pasaron unas cuantas horas antes de que decidiera volver a mi habitación y conectar mi computadora al cargador. Me aburre estar aquí sin tener nada que hacer a parte de los deberes que ya he hecho. No puedo ir a la escuela porque las vacaciones empezaron hace cuatro semanas y debo quedarme aquí, sin nadie a mi alrededor. Mis amigos viven a unas cuantas cuadras y a ninguno le ha dado la gana de venir a ver si sigo viva.

Salí de la habitación, entré a la de mi padre y me detuve en la entrada, observando aquella ventana al fondo, la cual se encuentra cerrada. Mi padre decidió tomar esta habitación porque aquella ventana da vista a la entrada de un club nudista que tenemos al lado del edificio donde ahora vivimos. Supongo que no quiere pensar que su hija se pasaría todas las noches observando aquella ventana y a todas las personas que entran o salen de allí. Quizás no quiere que vea entrar a la Miss Universo de Melissa Touch, el cráneo rojo del demonio.

¡Por Dios! En serio necesito mejorar mis insultos mentales hacia esa mujer.

Dejé salir un suspiro tras girarme y cerrar la puerta.

Supongo que otro tour  por el apartamento no me caerá mal.

Fui a la cocina a por un vaso de agua. Tras tomar el vaso y haber tomado toda el agua, me dispuse a lavar el vaso tres veces seguidas, observando por una pequeña ventanilla detrás del fregadero que nos da vista a una pequeña y mugrienta azotea. A la distancia, en otra azotea, pude ver una silueta de una persona mientras vuela una cometa.

...

Cuando empezó a oscurecer fuera, miré la hora en el celular en espera de mi padre. Luego busqué ropa interior y una bata rosa de tirantes en un cajón de mi cómoda y me fui al baño. El baño queda al fondo del pequeño pasillo que separa la puerta de la habitación de mi padre de la mía.

Abrí el grifo permitiendo que el agua fría empapara todo mi cuerpo. Con mis manos deslicé el jabón líquido por mis brazos, luego por mi abdomen y después en aquel punto más abajo de mi ombligo. Una oleada de calor invadió mis entrañas y las yemas de mis dedos empezaron a rosar con suavidad aquel punto.

Sentí unas pequeñas palpitaciones entre mis piernas y entonces, me dispuse a lavarme las manos para volver a deslizar la mano por mi monte de venus.

El agua seguía cayendo, estrellándose con el piso y siendo el único ruido que podía escuchar. Pero, luego se fue apagando y lo único que podía escuchar era mi respiración que se agitaba con cada centímetro que mis dedos avanzaban hacia dentro de mí. Esa maravillosa sensación invadía todo mi cuerpo, haciéndome morder mi labio inferior para aguantar el hecho de no gritar. Pero, esforzarme por no hacerlo me hacía sentir aún más satisfecha mientras mi cabeza se echaba hacia atrás, despacio.

—Ah—un pequeño gemido salió de los más profundo de mi garganta y mis dedos se movieron con rapidez, rozando mi clítoris y haciéndome gemir con fuerza mientras mis piernas se debatían entre si abrirse más o cerrarse.

...

Cuando salí de la ducha, me senté al borde de la cama y me puse a pensar en lo que había hecho. Nunca me había tocado antes. Solo Joshua lo había hecho, mi ex novio, pero yo nunca me atrevía a hacerlo por más que él me incitaba a que me tocara para él. A qué abriera mis piernas frente a él e introdujera los dedos en mí.

Mis piernas temblaron al pensar en él y en como sus ojos avellanas me observaban cuando su lengua se movía despacio y sus labios succionaban allí abajo.

Mi entrepierna era de sus dedos, solo de ellos. Pero ahora también es de los míos.

Apreté mis piernas cuando sentí un pequeño picoteo en aquella zona. Una mano se deslizó por mi abdomen mientras pensaba en él. Pero me puse de pie con rapidez.

—No puedo hacer tal cosa si acabo de hacerla. Y mucho menos pensando en él. No cuando debe estar revolcándose con otra de sus perras.

Joshua solo fue un amor pasajero. Uno de esos que llegaste amar tanto que creíste nunca llegar a perderlo; de ese que te hacía bien y que te hacía pensar que no necesitabas a alguien más. Pero muchas veces nos equivocamos y tenemos el derecho de ir tras alguien más. Y eso había hecho él, se había ido tras otra chica. Otra chica que sí le diera todo lo que él realmente deseaba y todo lo que buscaba.

Y yo no era esa chica.

Supongo que no fui lo suficiente buena como para que se quedara conmigo.

Suspiré, dándome la vuelta para salir de la habitación e ir a la cocina a por otro vaso de agua fría.

Crucé el pasillo mientras mis sandalias hacían ruido con cada paso que daba.

Cuando llegué a la cocina me tomé el vaso de agua y luego puse la tetera a hervir. Prepararé un poco de café y así poder guardarle un poco a mi padre. Adoro sentarme en el pequeño sofá, a unos cuantos pies de la pequeña cocina, a tomar café en compañía de mi padre. Aunque no es frecuente que hablemos mucho, su compañía es una de las mejores que se podría desear tener. Quizás por ello la bruja de Melissa no lo quiere soltar y solo tenerlo amarrado a sus piernas, mientras miente al decir que lo contrató por algo más.

Cuando la tetera terminó de hervir, me serví una buena taza de café con unas cuantas gotas de leche. Admito que odio la leche por motivos de que el olor me da unas grandes náuseas, pero hay veces que suelo echarle un poco al café cuando está muy fuerte para mi gusto.

Con la taza en manos, caminé hacia la habitación de papá y giré la perilla. Tomé asiento en el alféizar de aquella ventana cerrada y miré hacia la cama con edredón gris y almohadas blancas.

Toda la habitación se encontraba bien organizada y las puertas del pequeño clóset se encontraban cerradas. El aroma a limpio predomina el lugar y no por causa mía. Mi padre es muy organizado y amante a la limpieza.

Con una mano deslicé la ventana hacia arriba, apartando las cortinas blancas, dándole un sorbo a mi taza de café. Pero entonces, un pequeño grito salió de mi boca cuando la sorpresa invadió mi cuerpo y el café se derramó encima de mí, tras ver a un chico semidesnudo en la entrada de aquel lugar con puertas rojas.

El Club nudista.

—¿A caso eso es una tanga?—me puse de pie, dejando la taza en el alféizar con lo que quedase del café.

Podía ver las nalgas desnudas de aquel chico sin importar que lleve ropa interior roja.

Su cuerpo se movió a un lado y un gran bulto en la parte delantera de su ropa interior quedó a mi vista.

El chico alto y pálido pasó una mano por su pelo azabache y los músculos de sus brazos se tensaron. Mis ojos no se detuvieron hasta deslizarse por su pecho, todo su abdomen y luego hacia aquel bulto.

Mis labios se entreabrieron y cuando aparté la vista, la peor sorpresa vino cuando noté que sus ojos bien abiertos se encontraban mirándome y subiendo una ceja.

Mi boca se abrió aún más con sorpresa y mis pies no se limitaron a moverse hasta que el chico levantó una mano para saludarme, con una sonrisa juguetona en sus labios, y no tuve otra mejor idea que lanzarme al suelo para perderme de su vista.

—Mierda, mierda, mierda—chillé.






Nota del autor: He aquí otro capítulo de esta nueva historia. Quise contar un poco del pasado de Elena para que estén al tanto de las cosillas que ha hecho y de que este no es el cliché de la chica virgen.

Trataré de publicar más seguido para que sepan de qué va este nuevo (y loco) proyecto.

Un saludito, que se les quiere.

Ja. Apuesto a que les digo que los quiero más que sus ex.
Ok, no. Ja, ja.

Bueno, espero que les haya gustado y se hayan entretenido.

Nos leemos luego. ;)

PD: No piensen mucho en la tanga roja. Ja, ja. Piensen en la biblia. ¡Piensen en la biblia que eso sí es de Dios!








Bye...

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